viernes, 2 de agosto de 2013

Capitulo 23

Hola como andan? espero que bien, espero que les aya gustado el cap de ayer y que le gusten los Cap se hoy Los? si chicas hoy subo mas de uno besos.... COMENTEN



A la mañana siguiente, Lali se despertó asombrosamente descansada. La noche anterior, después de terminarse la taza de chocolate caliente, se había quedado tumbada, escuchando el crujido del suelo de madera bajo los pies de su marido, que estuvo paseando inquieto hasta altas horas de la madrugada. Desde el instante en que se había reunido con él ante el altar, lo había notado intranquilo, distinto. El viaje del día anterior había sido lo bastante agradable como para darle a entender que su matrimonio también lo sería, pero a su llegada había quedado claro que se equivocaba.
Algo lo preocupaba, él mismo lo había dicho. Ojalá lo compartiera con ella. ¿Por qué los hombres siempre pensaban que debían tener la fortaleza necesaria para cargar con sus pesares ellos solos?
Con un suspiro, apartó las sábanas y salió de la cama. Cruzó la estancia, retiró un poco las cortinas con ambas manos y se asomó. Brillaba el sol y poco quedaba de la tormenta de la noche anterior, apenas algún charco. Iba a ser un día fantástico. El primero de sus días como señora de la casa. Se acercó de nuevo a la cama y tiró del cordón de la campanilla para llamar a su doncella.
Casi no podía estarse quieta mientras Charity la preparaba para empezar el día. Se preguntó dónde estaríaPeter  en ese momento. ¿Atendiendo sus negocios, aguardándola en el salón de desayuno?
No habían hecho planes, por lo que no tenía ni idea de qué esperar. Aun así, estaba segura de que su día se parecería mucho al de su madre: reunirse con su marido, repasar las cuestiones de las que debía ocuparse y decidir qué debían prepararles para comer.
Una vez ataviada con un vestido verde claro, dio un paseo tranquilo por la mansión en busca del salón de desayuno, deteniéndose varias veces para pedir indicaciones a los criados. La casa era inmensa, y se preguntó si algún día aprendería a moverse por aquel laberinto de pasillos. Esperaba que los tentadores aromas la guiaran hasta el salón, pero al entrar descubrió por qué no había sido así.
En aquella estancia no había comida.
No se había quedado dormida, ni tampoco se había levantado demasiado pronto. Era una hora apropiada para que se sirviera el desayuno. Obviamente, debía poner orden, y quería hacerlo antes de que su esposo estuviera listo para ser servido.
Miró al lacayo que estaba de pie junto al aparador, como si de verdad allí hubiera algo importante que guardar.
—¿Dónde están las cocinas? —le preguntó.
—Por esa puerta, señora —respondió el lacayo señalando con la cabeza—. Siga el pasillo y a la izquierda. No tiene pérdida.
Entonces cruzó la estancia y le abrió la puerta en cuestión. Ella pasó y prosiguió su camino. Al acercarse a la puerta abovedada de ladrillo que sin duda conducía a las cocinas, comprendió en seguida por qué el desayuno aún no se había servido. Se oían sonoras carcajadas como llevadas por el viento junto con un delicioso aroma a cerdo, ternera y repostería que le hizo la boca agua. Hasta aquel momento, no se había percatado del hambre que tenía.
Si la cocinera no hubiese estado demasiado entretenida coqueteando con alguno de los sirvientes, Lali ya estaría calmando las punzadas de su estómago. ¿Y su marido? Seguramente estaba muerto de hambre y confiando en que la comida estuviera esperándolo. Debía resolver aquel asunto de inmediato. Ella era la duquesa, y complacer a su esposo su máxima prioridad. Daba igual que aún no le hubieran presentado a la cocinera. Se presentaría ella misma y se encargaría de que el desayuno estuviera listo para que cuandoPeter ...
Llegó a la entrada y se detuvo, incapaz de creer lo que estaba viendo y oyendo.
Ciertamente era la cocinera la que se reía, pero no con un sirviente. No, señor. El hombre con el que lo estaba pasando tan bien no era otro que el propio duque. Estaban sentados el uno frente al otro, en la mesa donde Lali suponía que comía el servicio.
Nunca lo había visto tan contento, tan relajado, como si estuviera justo donde debía estar; algo extraño, dado que ella siempre lo había visto muy adecuado en el lugar que le correspondía, pero no podía describir de otro modo la escena que estaba presenciando. Se le veía cómodo, muy a gusto con su entorno.
Interrumpió sus carcajadas para meterse algo en la boca, cerró los ojos, lo masticó con furia y echó la cabeza hacia atrás. Parecía extasiado y la cocinera —una mujer bajita de pelo cano que sin duda acostumbraba a probar todo lo que preparaba— lo miraba como a su hijo predilecto.
Lali estaba hipnotizada, mirando cómo se movían los músculos del cuello dePeter  al tragar. No iba bien vestido: llevaba sólo unos pantalones, botas y una camisa blanca holgada con dos botones desabrochados y el cuello y la parte superior del pecho al descubierto.
Peter abrió los ojos y le dedicó a la cocinera una sonrisa de verdadero placer.
—Ah, señora Cuddleworthy, nadie hace la tarta de frambuesa como usted.
—Es un milagro que aún sepa hacerla. Llevaba años sin pedírmela.
—A partir de ahora, quiero que me la haga todas las mañanas. Y también para el té. Incluso podría tomarla de postre en la cena. —Alzó un dedo como si cayera en la cuenta de algo importantísimo—. Y con la comida.
—Me extrañó que me pidiera que no la hiciera más. Siempre había sido su favorita.
—Está claro que aquel día no era yo.
Retiró un poco la silla, se inclinó hacia adelante y le dio un beso en la mejilla. La anciana se sonrojó y empezó a reírse como una colegiala.
—Hacía años que no era tan agradable, señor.
—Un descuido que procuraré evitar en el futuro. —Con una chispa en la mirada, cogió otro pedazo de tarta. De repente, se detuvo, la mano congelada sobre el plato. Había debido de percatarse de la presencia de Lali, porque volvió bruscamente la cabeza y posó la mirada en ella. Se levantó de inmediato, con el correspondiente estrépito de las patas de la silla sobre el suelo de piedra.
Ella se sintió como una intrusa, de pie en el umbral de la puerta, contemplando aquel intercambio amistoso entre el señor de la casa y su cocinera. Más aún, le costaba digerir el hecho de que el hombre que tenía delante fuera el mismo que la había pedido en matrimonio.

1 comentario:

  1. awww es un nene que lindo...uuuu Lali ya sospecha algo sucede pobresita
    Besitos
    Marines

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