jueves, 15 de agosto de 2013

Capitulo 27



Albergaban calor, admiración, y parecían verla tan distinta como ella a él. Quizá no fuera tan malo que no se hubieran precipitado en hacer el amor, porque así podía crearse un vínculo afectivo entre ellos antes de que naciera el vínculo físico.
Cuando sus pies tocaron el suelo, ella se balanceó un poco hacia Peter, mientras él aún la sujetaba por la cintura. Sintió la flexión y posterior extensión de sus dedos al tiempo que su mirada ardiente se posaba en sus labios. Estaba convencida de que iba a besarla, por lo que no pudo sorprenderle más que de pronto la soltara y se retirara precipitadamente.
—Voy a atar a los caballos para que sigan aquí cuando volvamos de nuestro paseo por el bosque —dijo.
Lo observó mientras se afanaba en sujetar a los caballos a un arbusto. Qué curioso que su timidez natural se manifestara en los momentos más insospechados.
Se volvió hacia ella y esbozó una tenue sonrisa, que Lali, sin saber muy bien por qué, encontró encantadora.
—¿Vamos? —preguntó él, señalando hacia el bosque con la cabeza.
—Te has hecho algo en las patillas —comentó ella, preguntándose cómo no se había dado cuenta antes y si no sería ésa la razón por la que lo veía tan distinto.
Antes, solían cubrir buena parte de sus mejillas y descendían dejando al descubierto sólo la recia barbilla. Ahora se estaba frotando el mentón y las mejillas, y se pasaba los dedos por unas finas patillas que no iban más allá del lóbulo de la oreja.
—Sí, esta mañana. Me resultaban molestas. Un poquito ostentosas.
Ella cerró los puños para no hacer lo que de pronto se convirtió en un impulso irrefrenable: acariciárselas.
—Me gusta cómo te queda.
Él soltó su risita vergonzosa, miró al suelo y luego a ella.
—¿En serio?
—Sí, son más agradables —se sorprendió diciendo—. No sé cómo explicarlo, pero te quedan mejor.
—Felicitaré a mi ayuda de cámara de tu parte.
—Por favor.
Se quedaron allí de pie, como si aquélla fuera una incómoda primera cita, sin saber muy bien qué decir pero queriendo decir algo.
—Sígueme —declaró él, rompiendo el hechizo, antes de encaminarse hacia el bosque.
Ella se apresuró a darle alcance, intrigada por aquel hombre tan distinto al que había conocido en Londres. Si no fuera porque sabía que era de todo punto imposible, habría pensado que se trataba de alguien completamente diferente.
Peter apenas había recorrido unos metros cuando el bosque empezó a espesarse y decidió esperar a su esposa. Ella avanzaba despacio, con cautela, con elegancia. No sabía si alguna vez había visto a alguien abrirse paso entre las matas con tanta gracia.
Cuando ya estaba cerca, Lali levantó la vista del suelo, sonrió, tropezó, gritó...
Él acudió a su rescate de inmediato, le tomó la mano, la agarró por la cintura, y fue como si el tiempo se hubiera detenido. Aunque ambos llevaban guantes de piel de montar, en la frialdad del bosque, Peter  pudo sentir que el calor de la piel de su esposa se transmitía a la suya. Quería acercársela, apretar todo su cuerpo contra el suyo hasta que aquel calor lo atravesara por completo. Al mismo tiempo, quería sostenerla a cierta distancia para poder contemplar sus maravillosos ojos pardos. Nunca había visto unos ojos tan grandes, tan bonitos, que, cuando ella sonreía o reía, brillaban como un millar de estrellas en el cielo nocturno.
Podía entender por qué su hermano la había elegido. Su hermano. Y ella había elegido a John. La realidad de aquella elección lo golpeó con fuerza en la boca del estómago.
—¿Puedo soltarte ya? —preguntó él, confiando en que no notara que sonaba como si se estuviera ahogando.
Ella asintió con la cabeza.
—Bien. —La soltó y retrocedió—. Iremos más despacio para que no haya contratiempos.

1 comentario:

  1. Peter besala no te limites por favor
    Beso Beso jajaj
    Besitos
    Marines

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