Albergaban calor, admiración, y parecían verla
tan distinta como ella a él. Quizá no fuera tan malo que no se hubieran
precipitado en hacer el amor, porque así podía crearse un vínculo afectivo
entre ellos antes de que naciera el vínculo físico.
Cuando sus pies tocaron el suelo, ella se
balanceó un poco hacia Peter, mientras él aún la sujetaba por la cintura.
Sintió la flexión y posterior extensión de sus dedos al tiempo que su mirada
ardiente se posaba en sus labios. Estaba convencida de que iba a besarla, por
lo que no pudo sorprenderle más que de pronto la soltara y se retirara
precipitadamente.
—Voy a atar a los caballos para que sigan aquí
cuando volvamos de nuestro paseo por el bosque —dijo.
Lo observó mientras se afanaba en sujetar a
los caballos a un arbusto. Qué curioso que su timidez natural se manifestara en
los momentos más insospechados.
Se volvió hacia ella y esbozó una tenue
sonrisa, que Lali, sin saber muy bien por qué, encontró encantadora.
—¿Vamos? —preguntó él, señalando hacia el
bosque con la cabeza.
—Te has hecho algo en las patillas —comentó
ella, preguntándose cómo no se había dado cuenta antes y si no sería ésa la
razón por la que lo veía tan distinto.
Antes, solían cubrir buena parte de sus
mejillas y descendían dejando al descubierto sólo la recia barbilla. Ahora se
estaba frotando el mentón y las mejillas, y se pasaba los dedos por unas finas
patillas que no iban más allá del lóbulo de la oreja.
—Sí, esta mañana. Me resultaban molestas. Un
poquito ostentosas.
Ella cerró los puños para no hacer lo que de
pronto se convirtió en un impulso irrefrenable: acariciárselas.
—Me gusta cómo te queda.
Él soltó su risita vergonzosa, miró al suelo y
luego a ella.
—¿En serio?
—Sí, son más agradables —se sorprendió
diciendo—. No sé cómo explicarlo, pero te quedan mejor.
—Felicitaré a mi ayuda de cámara de tu parte.
—Por favor.
Se quedaron allí de pie, como si aquélla fuera
una incómoda primera cita, sin saber muy bien qué decir pero queriendo decir
algo.
—Sígueme —declaró él, rompiendo el hechizo,
antes de encaminarse hacia el bosque.
Ella se apresuró a darle alcance, intrigada
por aquel hombre tan distinto al que había conocido en Londres. Si no fuera
porque sabía que era de todo punto imposible, habría pensado que se trataba de
alguien completamente diferente.
Peter apenas había recorrido unos metros
cuando el bosque empezó a espesarse y decidió esperar a su esposa. Ella
avanzaba despacio, con cautela, con elegancia. No sabía si alguna vez había
visto a alguien abrirse paso entre las matas con tanta gracia.
Cuando ya estaba cerca, Lali levantó la vista
del suelo, sonrió, tropezó, gritó...
Él acudió a su rescate de inmediato, le tomó
la mano, la agarró por la cintura, y fue como si el tiempo se hubiera detenido.
Aunque ambos llevaban guantes de piel de montar, en la frialdad del bosque, Peter
pudo sentir que el calor de la piel de
su esposa se transmitía a la suya. Quería acercársela, apretar todo su cuerpo
contra el suyo hasta que aquel calor lo atravesara por completo. Al mismo
tiempo, quería sostenerla a cierta distancia para poder contemplar sus
maravillosos ojos pardos. Nunca había visto unos ojos tan grandes, tan bonitos,
que, cuando ella sonreía o reía, brillaban como un millar de estrellas en el
cielo nocturno.
Podía entender por qué su hermano la había
elegido. Su hermano. Y ella había elegido a John. La realidad de aquella
elección lo golpeó con fuerza en la boca del estómago.
—¿Puedo soltarte ya? —preguntó él, confiando
en que no notara que sonaba como si se estuviera ahogando.
Ella asintió con la cabeza.
—Bien.
—La soltó y retrocedió—. Iremos más despacio para que no haya contratiempos.
Peter besala no te limites por favor
ResponderEliminarBeso Beso jajaj
Besitos
Marines