jueves, 15 de agosto de 2013

Capitulo 26

Holaaa como andan... si lo se perdón se  que he tenido abandonada la nove si los comentarios avanzan y si no me sale mucho que hacer este finde terminamos la nove!!



Hawthorne  House Lali pensó que, probablemente, fueran las tumbas de mármol las que enfriaban el interior. Había varias junto a las paredes, y sobre cada una de ellas, el intrincado relieve de un hombre junto a una mujer, ambos en la flor de la vida, aunque la muerte no les hubiera llegado hasta mucho después; un detalle para quienes allí yacían y también para quienes los visitaban, que siempre los veían en su mejor momento.
En el centro del edificio reposaban los restos de los quintos duques de Killingsworth, los padres de Peter, que habían dejado este mundo demasiado pronto.
Y allí estaba Peter, con las manos apoyadas en la figura marmórea de su madre, la cabeza inclinada, los ojos cerrados en solemne reflexión. Aunque habían pasado ocho años desde que fallecieran, era obvio que su pérdida aún le dolía. Otra faceta de él que aún no conocía: la de un hombre que sentía profundamente.
Se le encogió el corazón al ver lo muy afligido que estaba. Se acercó a él despacio y le puso una mano en la espalda para proporcionarle algo de consuelo.
—Yo no estaba con ellos cuando murieron —explicó con voz ronca.
Ella le cogió el brazo con la otra mano y se lo apretó, tratando de confortarlo, aunque sabía que nada sería suficiente.
—Les sucede a muchos hijos.
—Debí haber estado allí.
Parecía disgustado. Y no se lo reprochaba. Sus padres no habían muerto muy mayores.
—Nunca he conocido a nadie que sintiera tanto la muerte de un ser amado. Debías de quererlos mucho. —Y no pudo evitar confiar en que algún día la quisiera tanto a ella.
—He estado conteniendo el dolor. Ésta es la primera vez... —se aclaró la garganta—. No había venido a verlos hasta hoy. No... no podía, pero al ver sus figuras esculpidas en mármol blanco, su muerte resulta tan real...
—Ellos no querrían que siguieras llorándoles.
—Seguro que no. ¿Te importaría dejarme a solas unos minutos?
Aunque habría preferido que él agradeciera su proximidad, entendió lo doloroso de la situación, porque ella había estado muy unida a sus abuelos, y los había perdido cuando era niña. Volvió a apretarle el brazo antes de salir despacio al encuentro del sol, agradecida por aquel calor que ahuyentaba el frío del mausoleo.
Peter tardó un rato en salir, con los ojos algo enrojecidos, y Lali pensó que quizá había llorado. Nunca se le había ocurrido que pudiera ser un hombre sentimental. Su noviazgo sólo le había permitido ver la superficie, y le pareció injusto que las convenciones sociales no permitieran a una pareja compartir momentos de soledad en los que poder conocerse mejor antes de verse obligados a intimar.
Él echó un vistazo alrededor y respiró hondo mientras se tiraba de los guantes. Luego, por fin, posó la vista en ella. Ahora lo veía claro: había llorado.
—Creo que deberíamos buscar un entretenimiento más agradable.
—¿Como ir en busca de tu zorro?
Por un instante, él se mostró desconcertado, después sonrió.
—Sí, vamos a ver si lo encontramos.
Lo último que Lali había esperado era que su marido la intrigara. Era una contradicción, un misterio, un completo desconocido. Ésa era la mejor forma de describirlo. Como si se lo acabaran de presentar.
Quizá el matrimonio fuera así. El noviazgo proporcionaba pocas ocasiones de conocer íntimamente al sujeto del propio afecto, con lo que uno se preguntaba qué era lo que originaba el cariño.
Empezaba a darse cuenta de que hasta que no se había casado con Killingsworth sus sentimientos se habían basado únicamente en pequeñeces circunstanciales: su manera de bailar, el modo en que llevaba una conversación, el color de su pelo, la forma de su frente, el corte afilado de su nariz, su barbilla firme, sus ojos chispeantes.
Su valoración de él no se sostenía en nada sustancial, en nada de importancia. No era de extrañar que tantas parejas parecieran descontentas con su elección.
Pero ahora, por fin, empezaba a conocerlo mejor, y se daba cuenta de que era un hombre fascinante. Por cómo la había abrazado en el coche, cómo la había tranquilizado la noche anterior con una taza de chocolate caliente, cómo bromeaba con la cocinera, cómo seguía llorando la pérdida de sus padres.
Alguna vez había oído decir que la procesión va por dentro, pero sólo ahora empezaba a comprender la complejidad de la expresión y del carácter de su marido. Su persona pública era completamente distinta de la privada, y estaba descubriendo que el hombre que cabalgaba a su lado comenzaba a ocupar un rincón de su corazón que jamás creyó que pudiera entregarle.
Le encantaba el modo en que él lo miraba todo como si fuera un milagro, como si apreciara la belleza sencilla de la naturaleza que los rodeaba mientras se dirigían al bosque a lomos de sus caballos. Parecía que agradeciera estar vivo, que el sol le calentara el rostro y los cantos de los pájaros llenaran el aire.
Peter no había abierto la boca desde que habían salido del mausoleo. De vez en cuando, la miraba, le sonreía casi tímidamente y apartaba la vista. Lali se preguntaba si lo avergonzaría no haber sido capaz de ocultarle lo mucho que quería a sus padres. Pensó en explicarle que ella lo quería más por lo que había visto, pero temió que eso sólo sirviera para distanciarlo, para que se sintiera más cohibido. De modo que prefirió recuperarlo con un recordatorio de la tarea que los ocupaba.
—¿Qué harás con el zorro cuando lo encuentres? —le preguntó.
Abrió unos ojos como platos y soltó una pequeña carcajada.
—Ah, no, no... no busco ningún zorro. Llevo mucho tiempo sin montar...
—Montaste anoche, cuando saliste a por mí.
—Bueno, sí, pero eso no cuenta. Estaba concentrado en la búsqueda y no pude disfrutarlo.
—Montamos juntos la semana pasada —le recordó.
Frunció el cejo.
—Sí, pero eso fue en Londres.
Su réplica sonó a pregunta, como si no estuviera seguro.
—En Hyde Park —confirmó ella.
—Cabalgar por el campo es muy distinto. —Detuvo su caballo junto a un grupo de árboles—. Por aquí prefiero caminar.
Y desmontó sin mirarla.
—La hierba es muy espesa en esta zona; también a ti te resultará más fácil ir a pie.
—De acuerdo.
Entonces la miró, sin moverse.
Lali esperó. Él también.
—Necesito ayuda para desmontar —dijo ella al fin.
Peter se sobresaltó un poco, como si despertara de pronto de una larga siesta.
—Sí, claro.
Se acercó y se limpió las manos en los pantalones antes de rodear con ellas su cintura con tanto cuidado como si fuera de cristal y pudiera romperse fácilmente. Nunca la había tocado con tal delicadeza, con tal atención. Ni siquiera cuando bailaban.
Lali se separó de la silla de montar y se apoyó en los hombros de él, sorprendida de encontrarlos tan firmes, tan sólidos. Le pareció algo más ancho de espaldas de lo que recordaba. Tal vez fuera porque siempre le había puesto una sola mano en el hombro cuando bailaban. Peter  la levantó y la sostuvo en alto un instante antes de posarla en el suelo mientras los dos se miraban fijamente. Durante un momento, Lali tuvo la sensación de que miraba aquellos ojos por primera vez, como si nunca los hubiera visto antes.

1 comentario:

  1. Aww Pobresito Peter triste por sus Papas :(
    Jajaja genial Lali se queria bajar y Peter todo distraido jajaja
    Muy bueno el capitulo
    Besitos
    Marines

    ResponderEliminar