domingo, 14 de julio de 2013

Capitulo 10


hola como andan yo re bien... bueno espero que les guste y que comenten mas de 2 o 3 chicas porque si no me veré en la obligación de dejar se subir besos que esten bien y comenten


Era lógico que no hubiera querido tener demasiado cerca a los amigos íntimos de Peter. Después de todo, corría el peligro de que descubrieran su verdadera identidad. Ahora, él se enfrentaba al mismo dilema. ¿Cómo haría para fingir que conocía a aquellos hombres (y que ellos lo conocían a él), que estaba al tanto de sus vidas, que había estado con ellos en el club la semana anterior sin que se supiera quiénes eran en realidad?
Agradecía que ellos reaccionaran a su distracción con una sonrisa de complicidad, con un guiño conspirador, como si supieran la causa: su encantadora esposa.
Y, en efecto, era una distracción. Apenas podía quitarle los ojos de encima mientras ella concedía su atención absoluta a cada invitado. ¡Qué anfitriona tan exquisita era; qué duquesa tan elegante sería! Pero ¿cómo se sentiría cuando averiguara que no debía ser duquesa? Porque no lo sería si su corazón pertenecía a John, si aquella farsa matrimonial debía deshacerse.
Se preguntó si habría alguien allí a quien pudiera confesarle su secreto, alguien a quien pedir consejo. Y, cuando se supiera cómo se había deshecho de John, ¿qué ocurriría? Lo obligarían a pagar por sus actos, como debía ser. Sabía que su solución no había sido la mejor, pero, después de ocho años de incomunicación, a un hombre le resulta muy difícil pensar con claridad.
Tampoco una esposa bonita facilitaba las cosas. Lali tenía un perfil delicadísimo y, cuando sonreía, aunque fuera poco, se le formaba un hoyuelo en la mejilla que lo fascinaba, como todo lo demás. Podía entender perfectamente por qué John se había encariñado con ella. Se preguntó lo que habría supuesto su noviazgo, y si John le habría hecho promesas que ella esperaba ver cumplidas esa noche.
Imaginaba sin problema las promesas que le habría hecho él. Amarla, honrarla y respetarla no parecía suficiente. Amarla profunda, apasionada e infinitamente; honrarla y respetarla de la misma forma. Y entregarle su devoción absoluta. Sabía que no disponía de elementos para juzgarla, y que después de tanto tiempo en soledad sus valoraciones no eran muy fiables. Sin embargo, había algo en ella que iba más allá de la simple apariencia. Apenas podía explicarlo, pero transmitía una fuerza, una determinación y una dignidad increíbles.
Quizá fuera la ausencia de indecisión en su voz al hablar; que sonara verdaderamente contenta de saludar a los invitados, agradecida por su tiempo y su atención. Tal vez la forma en que les facilitaba las cosas.
Quizá fuera el claro contraste entre ella y su madre, que, a su lado, con su padre, hablaba alto, nerviosa, como si la asistencia de los invitados fuera mérito suyo, mientras que Mariana Alexandria Lanzani, por el contrario, parecía sentirse honrada por su presencia.
No era arrogante, ni vanidosa, ni jactanciosa, ni orgullosa. Sencillamente, lo fascinaba.
—¿Peter?
La miraba fijamente y, aunque ella le había estado hablando, ni una sola de sus palabras había penetrado en su mente, perdido en sus pensamientos. Con las mejillas rojas de vergüenza, ella inclinó la cabeza ligeramente hacia el hombre que estaba delante de Peter.
—Lord Ravenleigh preguntaba si has tenido noticias de John.
Lord Ravenleigh. Entonces lo reconoció. Claro, el conde de Ravenleigh, y a su lado sus dos hijos gemelos. ¿Cómo se llamaban? No se acordaba. Eran una decena de años menores que él. Se preguntó si debía advertirles de la traición que algún día uno de ellos cometería contra el otro.
—Mi hermano os envía saludos —se obligó a decir.
—Me interesan sus aventuras. ¿Crees que podrás traer su próxima carta al club para cautivarnos a todos?
Peter carraspeó.
—Por supuesto. Me complacerá compartir sus cartas si recibo alguna más. —Dado que John ya no podía escribirlas, dudaba que eso fuera a ocurrir.
Lali le tocó el brazo, de forma algo distinta a las veces anteriores, como si intentara transmitirle algo.
—Espero que perdonen a mi marido si no pasa por el club en un tiempo. Nos vamos a Hawthorne House inmediatamente después del desayuno.
Supuso que habría terminado por descubrir ese pequeño dato, pero agradeció enterarse entonces. Lo alivió considerablemente. El desayuno era sólo un inconveniente que debía soportar por poco tiempo. Una vez terminado, se irían de allí. Menos mal que no había previsto quedarse en Londres. Necesitaba alejarse y estudiar sus alternativas.
—Claro, claro —contestó Ravenleigh guiñándole un ojo a Peter—. Entonces, cuando vuelvas a Londres.
El conde se inclinó hacia Mariana y le susurró algo que Peter no pudo oír, aunque ella se ruborizó notablemente.
Ravenleigh se retiró y sus hijos se acercaron a ofrecer sus felicitaciones. Peter observó la cicatriz de una quemadura bajo la barbilla de uno de los jóvenes. Recordó haber oído que su padre había marcado al gemelo más joven al nacer para poder distinguirlos. Deseó que el suyo hubiera hecho lo mismo. No le habría importado llevar la marca del primogénito, sufrir unos instantes de dolor que no recordaría para poder ahorrarse luego años de agonía que jamás podría olvidar.
Los gemelos fueron los últimos en llegar, los últimos en retirarse.
La madre de Mariana se acercó, con el rostro resplandeciente, como si acabaran de decirle que iba a ascender al trono.
—Mariana y vos guiaréis a los invitados a la biblioteca donde se va a servir el desayuno.
La biblioteca. No tenía la más remota idea de dónde podía estar, ni siquiera de si debía saberlo.
—Yo la seguiré.
—Pero no es así como se hace —replicó la madre con un guiño—. Los novios conducen juntos a los invitados.
—¿Y si me distrae la belleza de su hija y me pierdo...?
—Mariana se encargará de que lleguéis bien.
Su embarazoso intento de ocultar su desconocimiento de la casa le sirvió por una vez. La señora Esposito lo dejó allí y se marchó a ofrecer indicaciones a los demás.
—¿Vamos? —dijo mirando a Mariana mientras le ofrecía el brazo izquierdo.
—¿De verdad tienes miedo de perderte?
—Debo confesar que hoy me siento abrumado. Es un milagro que recuerde mi nombre.
—Lo peor ya ha pasado.
«No, querida, me temo que lo peor aún está pendiente, cuando averigües la verdad. ¿Cómo te libraré del escándalo que se avecina?»
—Estoy deseando salir para Hawthorne House —le susurró.
Ella volvió a ruborizarse, y él se dio cuenta de que quizá había pensado que había susurrado eso para ocultar a los presentes su deseo íntimo de estar a solas con ella como un marido ansia estar con su esposa. No podía desengañarla, pero cuando ella le puso la mano en el brazo y le susurró a su vez: «Tú no te separes de mí», no pudo por menos que sentirse agradecido y decidido a preocuparse del resto más adelante.

1 comentario:

  1. Noooo please sube lo suplico....:(
    («Tú no te separes de mí») que linda me encantan
    Chicas comenten
    Besitos
    Marines

    ResponderEliminar