domingo, 21 de julio de 2013

Capitulo 14

Bueno chicas aqui la dejamos les juro que mañana les subo 5 mas.... Comenten.



Peter no lograba apartar la mirada de su esposa, a pesar de lo mucho que deseaba poder borrar de su memoria su gesto de desconcierto, la desilusión que su respuesta le había causado. La idea de conocerlo mejor implicaba que ya lo conocía algo, pero no era así. Conocía a John, y pronto lo conocería mejor. A lo mejor debía contarle la verdad. Pero entonces lo tomaría por un impostor. Quería hablar con ella, pero temía que descubriera su engaño: él era el duque legítimo, pero no el hombre con el que creía haberse casado.
A John le había resultado más fácil imitar a Peter porque él había estado ahí y había podido observarlo, ver con quién hablaba, cómo se dirigía a la gente y cómo lo trataban. Peter estaba perdido; se ahogaba en un mar de ignorancia.
Hasta la afirmación más inocente, pronunciada sin pensar, podía delatarlo.
No habían vuelto a hablar desde que Lali se había reunido con él en el coche para proseguir el viaje. Ella no apartaba la mirada de la ventanilla. Ni siquiera cuando había empezado a anochecer Peter había logrado vislumbrar poco más que su perfil entre las sombras que llenaban el vehículo. Al final, Lali se había quitado el sombrero y lo había dejado en el asiento.
El disgusto parecía haberla silenciado. Ahora tenía el aspecto de una criatura derrotada, lamiéndose las heridas. Peter ansiaba disculparse, pero era mejor así; además, a la larga, ella le agradecería el distanciamiento.
Su perfil era precioso, pero ¿qué podía esperar de una cara de ángel? Un ángel que se había casado con el mismísimo diablo.
Una parte de él creía que debía despreciarla sólo por eso. Sin embargo, a su lado no lograba sentir otra cosa que el embrujo de su belleza.
Su fragancia debería haberse extinguido ya, pero perduraba. La luz de la luna delineaba sus perfectas formas. Observó cómo bajaba un poco la cabeza y luego la enderezaba bruscamente. Se esforzaba por no quedarse dormida.
Contempló la posibilidad de sugerirle que cediera al cansancio, pero temía que ella le comentara algo de otros viajes que habían hecho juntos, ¿y qué iba a responderle entonces? No recordaba la noche en que la había conocido porque no la había conocido de noche, no la había conocido en un baile, y no se había sentido seguro de sí mismo en absoluto la primera vez que la había visto.
Cuando se instalaran en Hawthorne House, ocuparían alas distintas de la casa; tendría que dar con un modo de justificarlo. Podría fingir que estaba enfermo, pero ¿y si Lali se empeñaba en cuidarlo hasta que sanara?
¡Maldición! Ella era un contratiempo que él no necesitaba.
¿Cómo iba a explicar su resistencia a acostarse con ella? Aunque, en realidad, no se resistía; estaba más que dispuesto.
Su cuerpo suspiraba por el alivio que el de una mujer podía proporcionarle, y, aunque no lo quisiera, se sentía atraído por aquélla.
Al final, a ella la cabeza le cayó hacia un lado y así se quedó. Peter había dormido muchas noches en posturas incómodas, y sabía que, a la mañana siguiente, le dolería el cuello.
No era asunto suyo. Ella no era asunto suyo. Sólo un inconveniente.
Aun así, se sorprendió pasando el sombrero del asiento de ella al suyo. Recorrió con cuidado el espacio que los separaba y se sentó a su lado. Cerró los ojos y recordó los múltiples viajes que había hecho con sus padres, las veces en que su padre había rodeado a su madre con el brazo y se la había acercado para que descansara cómodamente sobre él. Resultaba tan natural cuando su padre lo hacía, pero, claro, él amaba a su esposa, y a menudo daba la impresión de que se comunicaban sin hablar.
Peter en cambio apenas conocía a aquella mujer, y no tenía ni la más remota idea de si estaría cómoda junto a él, pero sí sabía que era la impaciencia de él por llegar a casa la que la obligaba a descansar en aquellas condiciones. No era justo que Lali sufriera las consecuencias de su falta de consideración. Debía haber accedido a que hicieran noche en alguna posada.
Con toda la suavidad de que fue capaz, la rodeó con un brazo mientras con la otra mano le levantaba cuidadosamente la cabeza para apoyársela en su hombro. Perfecto. Como si siempre hubiera estado ahí.
Peter contuvo la respiración cuando ella murmuró algo en voz muy baja y se acurrucó aún más junto a él. Estaba caliente, increíblemente caliente, y era tan delicada... No debía de pesar más que una pluma. Con la mano todavía apoyada en su mejilla, no pudo resistir la tentación de acariciarla. Su piel era suave y sedosa. Inmaculada.
Empezaron a escocerle los ojos. Algo de lo más extraño. Parpadeó varias veces hasta que la sensación desapareció. Jamás se le habría ocurrido que un contacto tan inocente pudiera provocarle el llanto.
—¿Peter?
Se puso tenso al oírla, con aquella voz tan suave como una caricia en la oscuridad.
—Siento haberte disgustado —dijo, tan bajo que a él le costó oírlo.
Peter cerró los ojos con fuerza, apoyó la mejilla en la cabeza de ella y volvió a sentir aquel inusual escozor de ojos.
—No me has disgustado, Lali.
—Pareces tan distinto...
«Díselo. Cuéntale la verdad.» Se le había presentado la ocasión ideal. Teniéndola allí, acurrucada junto a él. Pero en cuanto se lo revelara todo y supiera que no era el hombre que la había pedido en matrimonio se alejaría para siempre. ¿Qué daño hacía saboreando un poco más aquel abrazo?
—¿Puedo confesarte algo? —susurró ella.
¿Una confesión? ¿Tan inocente como ella? ¿Qué podía ser? ¿Que en realidad no le gustaban las verduras?
—Claro —dijo él en voz baja.
—Esta mañana estaba pensando que nos hemos casado demasiado pronto, antes de que yo estuviera preparada. Me parecía que habías detectado la duda en mis ojos.
—No he visto ninguna duda.
—Me he dado cuenta de que apenas hemos pasado tiempo a solas. Ni siquiera me has besado como es debido.
—¿No?
—No —respondió ella aún más bajo, sin mirarlo.
—¿Crees que debería remediarlo?
Se le escaparon las palabras sin apenas pensarlas. Notó la casi imperceptible cabezada de asentimiento de ella sobre su hombro.
Luego Lali se volvió hacia él. Era poco más que sombras, capturadas por algún rayo de luna que se colaba ocasionalmente por la ventanilla. No podía verle el gesto, y quizá fuera mejor, porque así ella tampoco lo veía a él.
Le acarició la mejilla y le pasó el pulgar por la boca.
—Hace tiempo que no beso a una dama —espetó—, pero creo que recuerdo lo básico.
—Yo nunca he besado a un hombre.
Mientras ella le susurraba esta confesión, él notó cómo se separaban sus labios y cómo su lengua le rozaba el pulgar; entonces supo que estaba a punto de cometer un terrible error, pero no pudo detenerse.
Acercó su boca a la de ella.
Nunca había sentido unos labios tan tiernos amoldarse a los suyos, ni una calidez como la de aquella boca, que se abría para dejarlo entrar. Lo invadió una pasión cegadora mientras exploraba con su lengua lo que ella le ofrecía, entrando y saliendo rápidamente, saboreando tanto las texturas aterciopeladas como las más rugosas.
Ladeó la cabeza en busca de una posición mejor e inmediatamente recibió una oleada de su perfume, de detrás de la oreja. La imaginó poniéndose allí una gota con delicadeza. Pensó en besarle aquel punto, pero no quería desatender su boca, la misma que lo había tentado todo el día con esbozos de sonrisa y fragmentos de conversación. Una boca que podía formar un hoyuelo cuando quisiera. Pensó también en besarle el hoyuelo, pensó en besar cada centímetro de ella, y al tiempo que lo pensaba, supo que nunca podría ser.
Se estaba tomando libertades que no le correspondían, pero había sido ella quien lo había invitado a besarla, y llevaba demasiado tiempo sin que nadie lo invitara a nada como para rechazar la tentadora propuesta de una dama bonita. Así que aceptó y trató de refrenar el sentimiento de culpa. Después de todo, era sólo un beso.
Sólo un beso.
Visto así, parecía insignificante, pero no lo era. Ese gesto lo había invadido y atravesado, y había llenado el inmenso vacío de su corazón, que llevaba solo demasiado tiempo. Con un decidido movimiento de su lengua, ella lo había apartado de la oscura desesperación. No era tímida. Daba mucho más de lo que tomaba, preparando con audacia un camino que conducía directamente a su corazón.
Un corazón que había reservado para su hermano.
Peter intensificó su exploración, saboreando su calor, degustando su dulzura. En aquel momento, era suya: su esposa, su duquesa, su seductora.
Se apartó un poco y le besó las comisuras de los labios.

1 comentario:

  1. hay al fin se besaron wiiiii que hermosos son <3 <3 <3 <3
    Besitos
    Marines

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