jueves, 23 de mayo de 2013

Capitulo 14

Hola chicas como esta yo muy bien contenta por los nueve comentarios este cap va dedicado a Marines y ana bienvenida mi Twitter es Natalij_.



 Las antiguas promesas de Peter resonaron en la cabeza de Lali. Había cumplido una, pero el destino impediría que cumpliera la otra. Habían pasado demasiados años. ¿Qué sabía realmente de aquel hombre? ¿Qué sabía él de ella?  Sólo que él tenía que quedarse y ella quería irse. De pie en el mirador, junto al jardín, a Lali le fallaba la voluntad, pero qué mujer en su sano juicio querría resistirse a la ternura de aquellos besos. Casi le pareció detectar una disculpa. Quizá sólo pretendía distraerla de su llanto. Ella ni siquiera se había dado cuenta de que estaba llorando hasta que él la había besado y las lágrimas se habían interpuesto entre los dos y su lengua indagadora las había hecho desaparecer.
Sus manos grandes, curtidas por años de duro trabajo, le acariciaban las mejillas. Los ingleses no tocaban con las manos desnudas. Peter no tenía esos escrúpulos, nunca los había tenido. Pero hasta cuando era sólo un adolescente, había demostrado siempre un innegable respeto: la llevaba al borde de la conducta escandalosa, pero nunca la obligaba a cruzar la línea. Ella se decía que su afecto por él era, como su madre le había advertido siempre, desacertado, inoportuno y erróneo. Era imposible que una niña amara a un muchacho, y que ese amor perdurara cuando ambos se convirtieran en adultos.
Aun así, no podía negar que Peter todavía la emocionaba. Jamás se cansaría de mirarlo, ni de oír su voz, nunca buscaría una excusa para que no la besara o la abrazara. Y, aunque sentía eso, era consciente de que se basaba sólo en el envoltorio. Desconocía el camino que él había recorrido hasta triunfar. No sabía la opinión que le merecía a otros hombres. ¿Se habría ganado su respeto, su lealtad? ¿Lo seguirían a donde fuera? ¿Y qué mujeres habían ocupado un lugar en su corazón a lo largo de ese tiempo?
Ella había contemplado la posibilidad de casarse con Martinez, había disfrutado de sus atenciones. Seguro que por lo menos una mujer había gozado de los favores de Peter. Apenas pudo soportar la punzada de celos que ese pensamiento le produjo. Que otra conociera sus besos, sus caricias, su cuerpo. Hubo un tiempo en que ella habría vendido su alma a cambio de ese privilegio. Pero ahora, vender su alma la obligaría a vender sus sueños. En esos momentos, el sitio de Peter, su hogar, estaba en Inglaterra, y allí seguiría.
Lali interrumpió el beso, le temblaban tanto las rodillas que casi no podía tenerse en pie. La respiración de Peter era tan rápida y entrecortada como la suya. Lali se sentía confusa, perdida, insegura de sus sentimientos. Había decidido enfurecerse con él para poder sobrevivir sabiendo que no le había escrito, pero sí lo había hecho. Había llegado a odiarlo, y ahora se daba cuenta de que ese sentimiento era injustificado, pero la verdad no había logrado borrarlo del todo. ¿Cómo iba a olvidar diez años de estar convencida de que la había abandonado? Que él no fuera el causante de esa herida no significaba que no existiera, ni que hubiera cicatrizado. Todo lo que había creído, entendido y aceptado de pronto se desmoronaba, como Peter decía que le había ocurrido a él con su vida.
—¿Dónde nos sitúa este nuevo descubrimiento? —le preguntó el joven en voz baja.
—Sinceramente, no lo sé, Peter. No sé muy bien qué hacer con lo que he creído cierto todos estos años, lo que he pensado y sentido. Estoy abrumada. Necesito tiempo para meditar.
El asintió con la cabeza, como si hubiera sabido la respuesta antes de que Lali contestara. Quizá supiera mejor que ella cómo se sentía uno al descubrir que todo lo que creía cierto en su vida no era más que una mentira.
—Creo que es preferible que no me quede a cenar—dijo con voz áspera. —Discúlpate por mí ante tu familia. No necesito que me acompañen a la puerta.
El corazón la instaba a llamarlo, a detenerlo, pero las promesas rotas la enmudecieron mientras el eco de sus botas se extinguía como sus recuerdos nunca habían hecho.
Bastante después de que Peter se marchara, Lali aún seguía sentada en el banco de piedra del jardín, rodeada por las rosas que a su madre le encantaba cuidar. Aquel pequeño rincón era el único capricho, el único recuerdo que la mujer conservaba de la vida rural que había dejado atrás: trabajar en el jardín, en la tierra en la que crecían las rosas. Los jardineros se encargaban de la mayor parte de la propiedad, pero aquel lugar perfecto era el dominio de su madre. Lali había pasado muchas horas allí sentada, buscando consuelo en la belleza que allí crecía y en la embriagadora fragancia que la envolvía. Echaría de menos aquel pequeño rincón de Inglaterra cuando se marchara, pero primero tenía que marcharse, y rápido, antes de verse atrapada de nuevo por la obligación de quedarse.
Las lágrimas le escocían en los ojos. No había previsto echar de menos nada de aquel horrendo lugar. Lo había odiado incluso antes de llegar, porque la había apartado de todo lo que amaba, de las personas a las que quería. La había apartado de Peter, del mismo Peter que le había prometido que iría a buscarla...y que por fin estaba allí sólo porque Inglaterra lo había reclamado. No podía negar que, por una parte, se alegraba de haberlo visto, de saber que estaba sano y salvo. Incluso había contemplado la posibilidad de aceptar su ridícula propuesta de enseñarle las costumbres sociales; no por librarse de que le desabrochara el corpiño, sino por poder pasar un poco de tiempo con él. Pero había preferido proteger su corazón, que era en extremo vulnerable. No quería volver a verse obligada a dejarlo, ni creía que pudiera seguir allí mucho tiempo sin perder los últimos vestigios que le quedaban de sí misma. Se había adaptado, había aprendido y había desempeñado el papel de hijastra de un aristócrata, pero nunca había tenido la sensación de que podía mostrarse tal cual era a todas aquellas personas. Había querido que la aceptaran, y por eso había cambiado. Como su madre y sus hermanas. Solían reunirse en la quietud del salón para practicar su pronunciación. No se trataba sólo de perder el acento, había que aprender las palabras adecuadas, las inflexiones, el estilo. Cuando su padrastro las había sorprendido una tarde intercambiando palabras que habían oído, tratando de descifrar su significado, procurando usarlas correctamente, se había sentido tan culpable, que Lali estaba convencida de que las embarcaría a todas de vuelta a Texas. En vez de eso, Ravenleigh había contratado a una serie de tutores para que les enseñaran dicción, etiqueta, y a caminar, bailar, montar a caballo, comer, tocar el piano, cantar, pintar y escribir cartas. Ni un solo aspecto de su conducta quedó sin cultivar.
Peter quería que ella le enseñara todo lo que necesitaba saber. No sabía lo que pedía. Le llevaría meses, cielo santo, incluso años. Peter era impetuoso y descarado, un hombre de hábitos poco trabajados y tendencias salvajes.
Además, Lali tampoco estaba segura de querer domesticarlo.
Oyó el crujido de unas faldas y los pasos suaves de un caminar elegante, por eso no la sorprendió que un instante después su madre se sentara en el banco, junto a ella.
—Siempre me ha gustado especialmente esta parte del jardín —le dijo en voz baja.
—Y yo —contestó Lali.
—También a mí —la corrigió su madre con dulzura. —Esta noche no estoy de humor para jugar a ser inglesa, mamá.
La mujer le cogió la mano que tenía apoyada en el regazo.
—La cena está lista.
—No tengo hambre.
—Candela se ha encontrado con Peter en el vestíbulo. Le ha dicho que lo lamentaba mucho pero que, por lo visto, había olvidado otro compromiso ineludible que le impedía quedarse a cenar.
—Por lo visto.
—¿Has hablado con él antes de irse?
—Antes de que se marchara —la corrigió por costumbre, la misma que había llevado a su madre a corregirla a ella hacía apenas unos segundos. Entre las damas texanas de la casa, cuando se trataba de emular a las personas con las que se relacionaba Ravenleigh, no había distinciones jerárquicas, sólo un deseo sincero de ayudarse a encajar.
—Sí —prosiguió Lali—, he hablado con él.
—¿Te ha dicho algo interesante?
Le costaba descifrar el tono de su madre. Hablaba con cautela, como si esperara que le revelara alguna verdad horrible.
—Quiere que le enseñe a ser un caballero.
—Puede contratar a alguien para que se encargue de eso.
—Pretendía contratarme a mí. Me he negado, por supuesto.
Su madre le apretó la mano.
—Sé que debe de ser difícil para ti verlo después de tantos años...
Lali no se dio cuenta inmediatamente de que las lágrimas rodaban por sus mejillas. Tragó saliva y se las enjugó.
—«Difícil» se queda corto. Ahora su sitio está aquí, donde yo no quiero que esté el mío.
Notó que la mano de su madre se crispaba.
Volviéndose un poco, Lali la examinó a la luz amarillenta del jardín. Su transformación de trabajadora de una plantación de algodón en condesa había tenido lugar de forma tan gradual, que a su propia hija a veces le costaba recordar cómo era antes. Lo que sí recordaba era su insistencia en que no perdiera el tiempo con aquel «muchacho incorregible».
De pronto, empezó a formarse en su mente una certeza que le aceleró el corazón.

1 comentario:

  1. Nadie se reciste a la ternura de un beso.....simplemente están ENAMORADOS <3
    Besitos
    Marines

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