3cap de la maratón COMENTEN!
—¿Acaso
quieres que empecemos a relatar mentiras en presencia de tus acompañantes?
Porque, si es así, lo haré encantado.
Ella lo miró
como si le hubiera disparado una bala al corazón, pero él no iba a disculparse
ni a rectificar. Era ella la que no había cumplido lo prometido.
—¡Peter!
Aquella voz
refinada tan familiar resonó entre las paredes de la sala. El joven sé puso en
pie, con la mano tendida, mientras el conde de Ravenleigh cruzaba la
habitación. No estaba muy distinto de la última vez que lo había visto. Algunas
arrugas más en la frente. Quizá tuviera el pelo algo cano en las sienes, pero
apenas se notaba entre los mechones de rubio rojizo peinados hacia atrás.
El hombre le
estrechó la mano, con un destello de satisfacción en sus ojos azul claro.
—Me alegro de
verte, muchacho.
—Y yo de verlo
a usted, señor.
—No sabía que
tuvieras previsto viajar a nuestro lado del mundo. Debiste haberme avisado,
para que pudiera preparar nuestro encuentro. ¿Tienes dónde alojarte?
—Sí, señor,
eso está resuelto.
—Excelente.
—Se volvió para dirigirse a las damas. —Señoras, perdonen que las haya
interrumpido.
—En absoluto,
señor —lo tranquilizó lady Blythe. —Siempre es un placer verlo.
—Para mí es un
placer teneros en nuestra casa. —Se dirigió a su hijastra: —Lali, por favor,
informa a la cocinera de que habrá un invitado para la cena. Te quedas,
¿verdad, Tom?
—Sí, señor.
—Estupendo
—declaró, dándole una palmada en el brazo. —Ven conmigo a la biblioteca para
que podamos hablar y tomar un refrigerio. Quiero que me cuentes todas tus
aventuras, y que me facilites un informe de primera mano de cómo les va a mi
hermano y a sus amigos en ese infierno que tú llamas Texas. En las cartas,
siempre quedan cosas por decir.
—Señoras, ha
sido un placer —dijo Peter con una inclinación de cabeza.
A juzgar por
su amplia sonrisa y el parpadeo incesante de sus ojos, lady Blythe parecía
sentirse la destinataria personal del cumplido. Peter inclinó levemente la
cabeza hacia la muchacha que lo había abandonado.
—Lali.
Luego salió de
la habitación detrás del conde, preguntándose cómo le habría sentado realmente
a ella que se quedara a cenar.
—¡Tienes que
contárnoslo todo!
—¿Cómo lo
conociste?
—¿Quién es
entonces? Si no es el conde...
—¿Todos los
vaqueros son tan guapos?
—¿Es posible
que sea Sachse? No lo ha negado.
—Bueno,
tampoco lo ha confirmado.
—Es tan
fascinante... Independientemente de quién sea, debemos asegurarnos de que se lo
invita al próximo baile.
—Creo que se
lo diré a mi madre en seguida...
A Lali, la
mareaban tantos comentarios y tantas preguntas, apenas podía distinguir quién
decía qué. En realidad, no parecían interesadas en las respuestas, hasta que
lady Blythe preguntó sin rodeos:
—Lali, está
claro que tú ya conocías a ese hombre. ¿Cómo te has sentido al volver a verlo?
De pronto, se
hizo un denso silencio, pero Lali no podía contarles la verdad. Peter había
conseguido lo mismo de siempre: confundirla, excitarla y enfurecerla. Después
de tantos años, pensaba que lo había superado, que se había olvidado de él con
la misma facilidad con que él se había olvidado de ella. Pero le había bastado
volver a verlo para resucitar aquellos recuerdos y aquellas emociones no
deseadas. ¿Cómo iba a responder a lo que le estaban preguntando?
Se había
levantado al aparecer su padrastro, y aún no se había sentado de nuevo. Apartó
la vista de la puerta y miró por fin a sus invitadas, con la esperanza de
enmascarar debidamente todas las emociones que la invadían. Había dispuesto de
años para ensayar aquel momento.
—No quisiera
parecer una anfitriona descortés, pero tenemos invitados inesperados, mi madre
ha salido de compras y debo encargarme de organizar la velada en su lugar.
Ruego que me perdonéis, pero tengo que pediros que os marchéis.
Las jóvenes se
pusieron en pie rápidamente.
—Por supuesto
—dijo lady Blythe. —Lo entendemos, pero por favor, dinos... ¿cuál es esa deuda
misteriosa que ha venido a cobrar?
—Una moneda
—respondió Lali precipitadamente, con la intención de poner fin a la
conversación y, si es que era posible, librarse de todas ellas de inmediato.
—Le debo una moneda.
—¿Ha venido
desde tan lejos por eso?
Lali se obligó
a sonreír.
—Sé que suena
ridículo...
—A mí me
parece fascinante. Su presencia animará muchísimo la Temporada —la interrumpió
lady Blythe.
Cielo santo,
con suerte, Peter no estaría en Londres el tiempo suficiente como para
participar en la Temporada social. Aunque, si buscaba esposa, Lali dudaba que
fuera a encontrar en todo el planeta un mejor mercado matrimonial que el que
estaba a punto de organizarse en Londres. De pronto, no le apeteció nada ser
testigo de su búsqueda.
—Si me
disculpáis, Simpson os acompañará a la puerta.
Mientras
avanzaba a toda prisa por el pasillo de mármol, Lali le hizo una seña al
mayordomo.
—Simpson, por
favor, acompaña a las señoritas a sus coches mientras yo aviso en la cocina de
que tenemos un invitado inesperado para cenar.
Confiando en
que se acatarían sus órdenes, no esperó para comprobarlo sino que, aturdida,
continuó recorriendo las diversas estancias que tan bien conocía, dándoles a
los criados las instrucciones necesarias para la cena. Cuando estuvo segura de
que todo se haría conforme a las elevadas exigencias de su padrastro, hizo
acopio del poco valor que le quedaba para hacer frente, una vez más, a su
pasado.
Siguió por el
pasillo hasta la biblioteca, que siempre había encontrado reconfortante, y
donde la familia había pasado muchos ratos leyendo. Era la única habitación que
le recordaba a Texas, porque, cuando vivían en Fortune, su madre solía leerles
por la noche. Lali había seguido disfrutando de esa práctica, pero aún le
quedaban gran cantidad de libros entre los que elegir. Claro que Ravenleigh
tenía muchísimo de todo. Era una de las razones por las que la madre de Lali
nunca había sido capaz de entender el descontento de su hija. Respiró hondo
para calmar sus nervios disparados y entró con decisión en la biblioteca. Pensó
que los buenos recuerdos asociados a aquella magnífica estancia la
tranquilizarían, pero la presencia abrumadora de Peter lo convertía todo en
insignificante. ¿Cómo podía ocupar tanto espacio cuando hacía poco más que
estar sentado en la estancia, en una silla de cuero, enfrente de su padrastro
mientras los dos sostenían un vaso de líquido ámbar? Whisky, sin duda. Coraje
líquido. A Lali no le habría venido mal un buen trago en aquel momento.
Los dos
hombres dejaron el vaso en la mesita redonda de mármol que tenían junto a la
silla y se pusieron de pie al verla entrar. A ella le pareció que las paredes y
el suelo giraban, se alejaban y se acercaban; se sintió desorientada,
inestable, y temió desvanecerse. Le costaba digerir su presencia. Allí estaba.
Peter. El mismo Peter que le había prometido escribir y no lo había hecho. El
mismo que había prometido ir a buscarla y por fin había llegado...
Para saldar
una deuda.
De no ser por
lo increíblemente decepcionada que se sentía, estaría furiosa. Aunque,
honestamente, ¿qué habría podido contestarle si él le hubiera dicho que había
ido a buscarla? Veía atisbos del muchacho que había sido, pero ¿podía asegurar
que conocía a aquel hombre lo suficiente como para recorrer con él medio mundo?
Era más alto,
más ancho, pero no eran los cambios físicos los que la desconcertaban, sino el
aura de seguridad que lo envolvía; un hombre al que los fuegos del infierno
habían templado hasta convertirlo en sólido acero. No necesitaba saber qué
caminos había recorrido para reconocer los resultados de su viaje.
—Lamento
interrumpir —logró decir al fin, abriéndose paso entre las incesantes preguntas
y dudas que la atormentaban.
—Bobadas
—replicó su padrastro. —Peter me estaba contando algunas novedades fascinantes.
Por favor, quédate con nosotros.
Como envuelta
en una niebla, se acercó a su padrastro y se sentó en una silla que había a su
lado, frente a Peter. Ya no era el muchacho al que había dejado en Texas. Sus
atenciones de entonces, aunque escandalosas, eran en cierto modo inocentes. No
creía que el hombre en que Peter se había convertido, con sus profundas arrugas
en el rostro, cinceladas por el sol, el viento y el trabajo duro, y aquella mirada
viva en sus ojos, albergara inocencia alguna. Aun así, seguía siendo su Peter.
Lo que la había atraído de él al principio seguía ahí, quizá no tan obvio, pero
Lali percibía que todavía formaba parte de él, que, a pesar de todas las normas
que había incumplido y de su conducta escandalosa, en lo más profundo de su
ser, donde de verdad importaba, había una bondad innegable.
—¿Cuáles son
esas novedades fascinantes de las que estabais hablando? —preguntó al fin.
Que curiosas señoritas quieren saber todo jajaja
ResponderEliminarBesitos
Marines