jueves, 30 de mayo de 2013

Capitulo 23

Hola chicas el cap que corresponde hoy! COMENTEN!

—Sí, ayer salió a montar bastante temprano.
—Podías haberlo dicho antes.
Aunque las damas solían acudir a Rotten Row para pasear a caballo, las cuatro señoritas que estaban en la sala del padrastro de Lali la tarde anterior no parecían muy dispuestas a partir. Llevaban un rato a la entrada del parque cuando apareció Lali. No había que ser un genio para saber a quién esperaban.
—Me parece increíble que te apostaras junto a su residencia para vigilarlo —dijo lady Cassandra.
—Estaba casi segura de que el hombre que habíamos visto en casa de Ravenleigh era Sachse. ¿Cuántos hombres vestidos de vaquero rondan por las calles de Londres? Sólo quería confirmarlo.
Y lady Blythe remató su afirmación con una mirada severa a Lali, cuyo corazón empezó a latir acelerado al pensar que aquella muchacha podía haber estado oculta entre los arbustos cuando Peter la había introducido furtivamente en su casa.
—Podías haberme confirmado que lo había identificado correctamente. Me habría ahorrado horas de vigilancia delante de su domicilio —la reprendió lady Blythe.
—No supe que era Sachse hasta después —contestó ella, tratando desesperadamente de sonar arrepentida, cuando lo que deseaba en realidad era acribillar a lady Blythe a preguntas relativas a su espionaje.
—¿Te vio él? —inquirió lady Priscilla.
—No, me oculté en mi carruaje. Ya se había hecho de noche cuando llegó a casa. Aunque, la verdad, habría esperado el tiempo necesario. Debió de salir de vuestra casa justo después de cenar.
—Se marchó temprano —confirmó Lali, sin saber muy bien por qué le molestaba tanto que aquellas jóvenes estuvieran tan interesadas por Peter. Había previsto su curiosidad, pero no que le disgustara tanto su fisgoneo, sobre todo cuando Peter y ella se dedicaban a deambular en plena noche.
—Mirad, ¿no es aquél? —preguntó lady Cassandra.
Todos los ojos se volvieron hacia donde ella miraba.
—Tiene que serlo —afirmó lady Blythe. —Pero esta mañana no lleva el gabán.
—Es un guardapolvo —explicó Lali, nerviosa.
—¿Lleva pistola? —inquirió lady Cassandra.
—No sabría decirte —respondió lady Priscilla. —Pero no lo parece.
—¿Creéis que la habrá disparado alguna vez?
—¿Habrá matado a algún hombre? —saltó lady Blythe.
—No sería muy decente preguntárselo —señaló lady Cassandra.
—A mí me fascinan los americanos —intervino lady Anne. —Por desgracia, Richard no los soporta. —Ruborizada, miró a Lali. —Disculpa. No pretendía ofenderte.
—No me ofendes en absoluto. —A Lali siempre le había parecido que lady Anne era la más sincera y amable del grupo. Luego miró a Peter, emocionada. —Buenos días, milord.
Con una amplia sonrisa, él se quitó el sombrero en un tiesto de lo más galante.
—Señoritas.
Lady Blythe empezó a pestañear muy de prisa, como si se le hubiera metido un mosquito en el ojo e intentara sacárselo, mientras lady Cassandra se daba palmaditas en el pecho, lady Priscilla se reía como una boba y lady Anne sonreía. A juzgar por su comportamiento, cualquiera habría dicho que no habían visto nunca a un hombre, pensó Peter. Sí, él era novedoso, distinto, diferente de lo que estaban acostumbradas a ver, pero ¿era necesario que se comportaran así? Empezaban a atacarle los nervios. No obstante, si ellas estaban tan embobadas, quizá también lo estuvieran otras, y su entrada en sociedad no fuese tan complicada como él había temido.
—Milord —dijo lady Blythe con una risita—, qué travesura no confirmarnos su identidad cuando yo la adiviné mientras estábamos todas reunidas en el salón de la señorita Fairfield.
—Mis disculpas, querida. Aún no me he acostumbrado a ser lord, y como Ravenleigh y su familia no lo sabían... bueno, quería decírselo en privado.
—Creo que sólo se lo perdonaré si me permite cabalgar a su lado.
—Le había prometido a la señorita Fairfield que montaría con ella esta mañana, y debo cumplir esa promesa —contestó él, guiñándole un ojo. —Pero sería para mí un placer que usted ocupara el otro lado.
Lali se percató en seguida de la habilidad con que Peter había resuelto una situación que podía haber resultado muy violenta, y se sorprendió preguntándose con cuántas mujeres texanas habría practicado su técnica de coqueteo. Sin duda, era bastante mejor que la que usaba a la puerta de la tienda de ultramarinos.
—Para mí sería un placer ocuparlo —respondió lady Blythe con entusiasmo.
Lali no sabía bien cuándo había empezado lady Blythe a ser una molestia, pero desde luego, eso era, pensó, mientras dirigía su caballo hacia el lado derecho de Peter y lady Blythe guiaba el suyo hacia el izquierdo, desde donde empezó a darle conversación de inmediato, acaparando su atención como un avaro acumula oro. Para sorpresa de Lali, lady Cassandra espoleó su montura hasta situarla junto a la de ella.
—¿Sabes? —le susurró—, me parece que no va a costarte tanto como creíamos encontrar una esposa adecuada.
—Yo no creo que la busque —replicó Lali, de nuevo sorprendida por el estallido de celos que aquel pensamiento le había producido. Claro que Peter encontraría esposa. Necesitaba un heredero, un modo de aliviar su soledad y alguien que lo ayudara a administrar sus propiedades. No podía reprocharle a ninguna dama que quisiera ocupar el puesto.
—¿Y por qué no iba a hacerlo? —preguntó lady Cassandra. —Después de todo, necesita un heredero.
Lo que ocurría era que a Lali no le apetecía pensar en esa probabilidad.
—Primero tiene que acostumbrarse a la vida de aquí.
—Se diría que ya se ha adaptado bastante bien. Salvo por su vestimenta, claro.
—A mí me gusta su ropa —señaló lady Priscilla con un susurro de complicidad desde el otro lado de lady Cassandra. —Me resulta muy provocativa.
Sí, ciertamente resultaba provocativa, la camisa pegada al cuerpo sin chaqueta que ocultara el movimiento de sus músculos a cada uno de sus movimientos. Lali bajó la mirada a sus manos desnudas, curtidas por el trabajo duro, que sostenían las riendas con naturalidad. Se esforzó por no imaginar aquellos dedos largos y robustos desabrochándole los botones del corpiño y separando las dos piezas de algodón... ¿Temblarían tanto como lo habían hecho cuando era sólo un muchacho? ¿Temblaría ella de deseo? ¿Le rozaría con los nudillos la parte superior de los pechos, unos pechos apenas inexistentes cuando él le hizo su atrevida proposición? ¿Ardería su mirada de anhelo por lo que el trato inicial le negaba: el tacto de su piel?
Apartó la mirada de sus manos y se preguntó cuándo había empezado a hacer tanto calor, desde cuándo le costaba tanto respirar, como si el aire hubiera desaparecido.
La risa complacida de lady Blythe resonaba por el parque, más irritante aún que su voz. Supuestamente, una dama debía reírse con el máximo decoro.
—No es justo —protestó lady Priscilla. —No oímos lo que dicen. Lady Blythe, ¿qué es tan divertido? —le gritó. —Cuéntanos.
La otra se inclinó y asomó por delante del firme cuerpo de Peter.
—El conde me estaba explicando que lleva un sombrero de cuarenta litros. En Texas, el tamaño de los sombreros se mide por la cantidad de líquido que cabe en ellos. ¿Os lo imagináis?
—¿Y para qué puede querer llenar de líquido el sombrero? —preguntó lady Priscilla, pero lady Blythe estaba de nuevo enfrascada en la conversación con Peter.
—Lo usan de palangana, para lavarse o dar de beber al caballo —explicó Lali.
—Qué vida tan extraña llevan por allí. Es increíblemente incivilizada —señaló lady Cassandra.
—Aterradoramente incivilizada —la corrigió lady Priscilla. —No es justo que lady Blythe lo acapare así. —Se inclinó hacia adelante. —Milord, ¿le gusta ser vaquero?
Sonriente, Peter apartó la mirada de lady Blythe, y a Lali volvió a sorprenderla lo guapo que era. Provocativo, sí, pero por encima de eso, muy masculino. Fuerte y capaz. Nadie que lo viera en aquel momento creería que tuviera dudas sobre su sitio en aquella sociedad. De pronto, la halagó que hubiera decidido confiarle a ella sus inseguridades.
—Ciertamente, sí —le respondió a lady Priscilla—, pero soy algo más que vaquero. Soy ranchero. Tengo tierras y ganado propios, y hombres que trabajan para mí.
—¿Es así como se hizo tan fabulosamente rico? —inquirió lady Priscilla.
Peter se rió con su profunda risa, y ese sonido áspero recorrió la espina dorsal de Lali y todas las terminaciones nerviosas de su cuerpo hasta alcanzar su corazón. No parecía en absoluto ofendido por la pregunta tan inapropiada de lady Priscilla.
—Dígame, querida, ¿qué dicen de mí las malas lenguas?
—Ser rico no tiene nada de malo.
—Pero sí hablar de ello —afirmó lady Cassandra.
—Sólo quería saber cómo se hace rico un hombre. Mi padre heredó su fortuna, y nunca me había planteado lo que deben hacer quienes no tienen dinero.
«Trabajar, mucho y muchas horas» —pensó Lali—, ejercitar sus músculos hasta convertirlos en planchas de acero, mientras el sol les quema la piel.
—Yo empecé con el ganado. Invertí un poco y tuve suerte —explicó Peter.
A Lali le pareció verlo ruborizarse, o quizá fuera el reflejo del pañuelo rojo que llevaba al cuello. Supuso que algunos hábitos eran difíciles de abandonar. Contempló la posibilidad de comentarle que no era probable que encontrara tormentas de arena en Londres, pero entonces se le ocurrió que a lo mejor lo llevaba para darse seguridad.


1 comentario:

  1. (Lady Blythe empezó a pestañear muy de prisa, como si se le hubiera metido un mosquito en el ojo) jajaja
    Lady Blythe eres una MOLESTIA
    y las demas que chusmas que son por Dios jajaj
    No los dejan estar a Lali Y Peter
    Muy Buen Capitulo
    Besitos
    Marines

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