jueves, 9 de mayo de 2013

Capitulo 2

 bueno hay cambie lo que necesitabas chari se tenes otro problema avísame y lo soluciono gracias por comentar ojala te guste la nove  y nada chicas comente por favor es importante para mi sus comentarios besos!



—No he tenido el placer de conocerlo —contestó Lali. —Claro que América es muy grande; la posibilidad de que se cruzaran nuestros destinos sería prácticamente inexistente.
—Pero se rumorea que lo encontraron en Texas —señaló lady Cassandra. —Sin duda eso haría menos raro que lo conocieras, puesto que tú viviste allí un tiempo.
—Texas es un estado grande, el mayor de la nación, por lo que dudo que el hecho de que lo encontraran allí varíe en algo las probabilidades de que nos conociéramos —replicó Lali. —Además, como bien dices, sólo viví en Texas un tiempo.
Al hablar de probabilidades, se preguntó si habrían hecho apuestas en privado sobre si conocía o no al recién descubierto conde. Durante la última Temporada social, casi todas las apuestas habían girado en torno a quién se vería favorecida por una proposición matrimonial del duque de Kimburton: si lady Blythe o la señorita Lali Fairfield. Al final de la Temporada, se supo que era Lali, lo que resultó una elección desafortunada por parte del duque.
Ante la perspectiva de quedarse en Inglaterra para siempre si se casaba con él, Lali se vio obligada a declinar la ferviente proposición. Él aceptó la negativa como buen caballero, pero después empezó a rumorearse que no volvería a Londres la siguiente Temporada. Por orgullo y todo eso. Ella lamentaba haberlo ofendido, haberlo avergonzado, porque, de todos los caballeros ingleses que había conocido, él era el que más la había cautivado.
De hecho, le sorprendía que lady Blythe, tras no haber conseguido ganarse el favor de Kimburton, hubiera considerado apropiado hacerle una visita aquella tarde. Desde luego, la oportunidad de averiguar algo más sobre el nuevo conde era, por lo visto, un incentivo lo bastante fuerte como para que lady Blythe le perdonara a su rival casi cualquier cosa. Eso y que Lali no sería competencia para ella durante la nueva Temporada, Lali sabía que, tras haber rechazado la oferta del duque, era muy improbable que cualquier otro hombre la favoreciera con sus atenciones y, aunque reconocía que echaría de menos el coqueteo, anhelaba disponer de libertad para dedicar más tiempo a sus cosas.
—Además, hace ya más de diez años que viví en Texas. Si nos hubiéramos conocido, dudo que yo lo recordara, sobre todo porque, lo más probable es que, entonces, no se presentara como Sachse.
—Me temo que no. Al parecer, no tenía ni la más remota idea de que fuera noble, ni de que por aquí lo esperara otra vida —dijo lady Cassandra.
—¿Te imaginas que tu madre te abandonara precisamente en América? —preguntó lady Blythe. —¿Que te dejara allí, entre bárbaros?
Dijo «bárbaros» como si hablase de un delicioso postre de chocolate, lo que confirmó las sospechas de Lali: el aristócrata americano no las asqueaba tanto como pretendían dar a entender. De hecho, según había podido comprobar, la sola mención del misterioso lord hacía que sus ojos brillasen de emoción y esperanza.
—Por lo que he oído, su madre en realidad no lo abandonó —dijo lady Cassandra. —Encargó su educación a una familia bien relacionada de Nueva York, y he leído que Nueva York es una ciudad muy moderna.
—Sea cual sea su reputación, no es Londres y, por tanto, difícilmente un entorno adecuado para la formación de un futuro lord. Además, el investigador no lo encontró en Nueva York, de modo que a saber con qué clase de malas influencias pudo toparse por el camino. Me pregunto en qué estaría pensando su madre cuando lo dejó allí.
—Creo que lo que pretendía era protegerlo —intervino lady Anne en voz baja antes de estremecerse. —Richard conoció al antiguo conde de Sachse, y apenas podía soportarlo.
Richard era su hermano, bastante mayor que ella: el duque de Weddington. Un hombre al que Lali sólo había visto en un baile. Al parecer, al duque no le gustaban mucho las reuniones sociales. No obstante, su prestigio garantizaba que su hermana fuese aceptada por todos, a pesar de su juventud, pues había sido presentada en sociedad hacía muy poco.
—Pero ¿América? —enfatizó lady Blythe. —Seguro que podía haber encontrado algún otro lugar más cerca de casa, donde él hubiese aprendido a valorar su herencia.
—Si podía o no, es discutible —insistió lady Anne. —El caso es que no lo hizo. No podemos saber exactamente qué pensaba; sólo sabemos lo que hizo.
—¿Crees que es tan odioso como su padre? —preguntó lady Blythe.
—He oído decir que no se parecen en nada —contestó lady Priscilla. Esta, la amiga más íntima y querida de lady Anne (rara vez se las veía a la una sin la otra), era una autoridad en todo, y su palabra, casi sagrada, nunca se tomaba por chismorreo.
—Pero ¿alguien lo ha visto? —preguntó lady Blythe. Las damas se miraron mutuamente, como preguntándose quién se habría atrevido a asomarse a las ventanas, una vez más emocionadas ante la posibilidad de que una de ellas hubiera hecho algo prohibido. La conducta estaba sometida a tan estricto control que, aunque Lali ya estaba acostumbrada, a veces deseaba desesperadamente deshacerse de las ataduras sociales.
—Puede que yo lo haya visto —comentó al fin lady Priscilla, ruborizándose por la confesión. Las demás, salvo Lali, soltaron una exclamación y se inclinaron hacia la joven, como si aún pudieran ver al escurridizo conde reflejado en sus expresivos ojos.
—¿Dónde? —preguntó lady Blythe.
—Cuéntanoslo todo —la instó lady Cassandra.
—Sí, rápido, antes de que explote de impaciencia.
—En realidad, no hay mucho que contar. Lo vi ayer por la mañana, en Hyde Park. Montaba un caballo negro precioso.
—¿A quién le importa su caballo? ¿Cómo es él? —preguntó lady Cassandra. —¿Es guapo?
—No sabría decirlo. Iba todo de negro. Sobretodo negro, sombrero negro. Un sombrero muy ancho, por eso no pude verle bien la cara. Yo diría que iba vestido como he oído que visten los vaqueros. Y lo más interesante... —Se inclinó hacia adelante, haciendo que las otras se acercaran más, y bajó la voz hasta convertirla en un susurro de complicidad. —Al cabalgar, le ondeaba el abrigo, y me pareció verle una pistola pegada al muslo.
—¡No! —exclamó lady Blythe.
—¡Sí!
—¡Qué interesante!
«¡Qué ridículo!», pensó Lali. Obsesionarse así con el recién llegado habiendo tantos lores. Su interés por él se debía sólo a que era nuevo y aún no lo tenían catalogado. También ella había estado en esa situación. No le envidiaba lo que sufriría hasta que todo Londres le tomara la medida. Seguro que alguna pega le encontrarían. Después de todo, no lo habían preparado adecuadamente para el papel que tendría que desempeñar en aquella sociedad.
—Tú has conocido vaqueros, ¿verdad, Lali? —quiso saber lady Blythe.

2 comentarios:

  1. jajaja como les gusta el cotilleo jaja
    no dejan a Lali Pobre
    besitos
    Marines

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  2. Jsjaja pensamos lo mismo son unas cotillas d cuidado

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