viernes, 7 de junio de 2013

Capitulo 24

Hola.... chicas como les va, sorry, si se que ando re desparecida pero La Universidad me tenia a full ahora que es finde les subo una pequeña maratón... espero que les guste y comente!




—No puedo creer que vayas a salir esta noche con un caballero y sin carabina. Papá te esperará en el vestíbulo con una pistola de duelo...
—No, no lo hará —replicó Lali, interrumpiendo la diatriba de Rocio al tiempo que estudiaba, con mirada crítica, su propio reflejo en el espejo móvil de cuerpo entero. Llevaba un vestido blanco de escote modesto cuya falda seguía la línea de sus piernas, plisada por detrás, y de cola corta. El ribete de satén rosa le añadía un poco de color.
Era el tercero que se probaba. Molly había empezado a perder la paciencia con ella, por eso Lali le había dado permiso para marcharse, pero ahora se preguntaba si el escote era demasiado pronunciado o no lo bastante pronunciado. No tenía botones por delante, afortunadamente. Al menos así Peter no se fijaría en ellos y podría concentrarse en lo que tenía previsto enseñarle. Y, por otra parte, su propia mente no divagaría sobre lo que podría suceder si él hiciera algo más que desabrocharle los botones y desatarle el corsé o soltarle el lazo de la blusa. Ojalá no le hubiera recordado que tenían un asunto pendiente.
—Tal vez mamá...
—No lo hará —volvió a interrumpirla Lali, irritada. De pronto, le pareció que el corsé le apretaba mucho. ¿Por qué demonios hacía tanto calor aquel verano?
—¿Te estás ruborizando?
—No, sólo tengo calor. Además, ya he hablado con mamá y papá, de modo que no habrá ningún malentendido en relación con esta noche.
Les había pedido que se esfumaran, porque no quería que Peter empezara la noche sintiéndose incómodo. En casi todas las casas recibirían encantados a un lord, pero Lali sabía que su madre tenía ciertos prejuicios contra él, prejuicios que dudaba que un ramo de flores pudiera borrar.
—¿Seguro que no quieres que te acompañe? —insistió Rocio con la boca fruncida.
—Seguro.
—Es una conducta escandalosa, Lali.
—Voy con Peter, Rocio, y estaremos en casa de Eugenia.
—Pues por eso. Sé que tú confías en él, pero es un hombre, y las señoritas de menos de treinta no viajan solas en compañía de un hombre que no sea su padre ni su hermano. Sencillamente, no se hace.
—Parece que me estés citando un manual de etiqueta.
—Me hicieron memorizar el maldito libro. Algún uso tendré que darle, aunque sólo sea recitarlo. En cualquier caso, digo en serio lo de ir contigo, por el bien del decoro.
—Si no nos hubiéramos ido de Texas, habríamos crecido sin carabinas. ¿Sabes que no es inusual, sobre todo en las zonas donde vive muy poca gente, que una mujer viaje todo el día y toda la noche con un hombre que no es su marido ni su hermano para poder asistir a un baile? Y a nadie le parece mal. Aquí todo el mundo es tan condenadamente desconfiado...
—Has dicho una palabra mal sonante.
—Efectivamente. —¿Había dicho una sola palabra mal sonante en voz alta desde su llegada a Inglaterra? Peter podía corromperla sin aparente dificultad, y contagiarle sus malos hábitos con sólo estar un rato a su lado.
Se volvió hacia Rocio, que estaba tumbada boca abajo en la cama de Lali, con las manos cruzadas bajo la barbilla y una mirada resuelta en sus ojos azules. Todas sus hermanas tenían los ojos azules, pero las texanas los tenían azul oscuro, y las dos pequeñas, las hijas de Ravenleigh, azul claro, como su padre.
—Por lo visto aquí creen que nadie es capaz de resistirse a una conducta indecorosa, y consideran imprescindible protegerse bien de ella con carabinas y normas —prosiguió Lali—, En Texas, los hombres respetan tanto a las mujeres y las tienen en tanta estima, que no se necesitan carabinas ni se precisan normas. Prevalece el sentido común. Los hombres no se aprovechan de las mujeres. Así que esta noche voy a imaginarme que estoy en Texas.
—Tu razonamiento cojea un poco. Aunque Peter haya vivido en Texas, es de sangre inglesa, y a lady Angelina le ha contado lady Caroline que lady Deborah le ha dicho que la tarde en que vino por primera vez a esta casa, te estrechó en sus brazos de forma tan indecorosa que lady Blythe casi se desmaya.
Lali la miró perpleja. Los chismorreos de aquella ciudad eran increíbles.
—Me sorprende que, según los rumores que circulan por ahí, yo aún llevara la ropa puesta cuando Peter salió del salón con papá.- Rocio hizo una mueca.
—De hecho, le he oído decir a alguien que no la llevabas.
—¿Me desnudó con todo un público de señoritas mirando? —se mofó Lali.
—Suena ridículo, pero hace la historia más interesante. —Rocio se incorporó. —Entonces, ¿es cierto que te estrechó en sus brazos?
—No. Se limitó a saludarme. —Y a recordarle la deuda que tenían pendiente.
—Te quiere, ¿lo sabes?
—¿Papá?
—Sí, papá también, claro, pero yo hablaba de Peter.
—Deberías llamarlo Sachse.
—No tiene aspecto de Sachse, tiene aspecto de Peter.
Lali se acercó a su tocador, cogió un frasquito de cristal y se puso unas gotitas de un carísimo perfume francés detrás de las orejas y, esperando que su hermana no la viera, entre los pechos. El vestido no tenía un escote lo bastante pronunciado como para dejar ver más que una insinuación de su busto, pero era lo suficientemente ajustado como para que no cupiera duda de que ya no era plana como una tabla. La curiosidad le pudo y preguntó:
—¿Por qué dices que me quiere?
—Por la forma en que te mira. Ayer, en la biblioteca, no te quitaba ojo. Además, te observaba con tanta intensidad como si quisiera memorizar hasta el último detalle de tu persona, como si temiera que fueses a desaparecer de repente.
Porque era lo que iba a hacer. Al final de la Temporada social. Suponía que debía decírselo a sus hermanas, para que pudieran hacerse a la idea de su inminente partida.


1 comentario:

  1. Lali hacele caso a Rocío ella sabe....Peter te quiere
    Besitos
    Marines

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