lunes, 2 de septiembre de 2013

Capitulo 34

Hola chicas gracias por comentar son lo mas <3



Desde el borde del acantilado, Peter  contempló el batir de las olas contra las rocas, pero no pensó en su muerte inminente, sólo en Lali, su esposa.
Había disfrutado viéndola departir con Eleanor. Debía reconocerlo: John había elegido una dama ejemplar para duquesa de Killingsworth. Ella lo fascinaba, y había detectado en sus ojos verdadera preocupación ante la posibilidad de su muerte. Y su beso de despedida... Aún podía saborearlo en sus labios.
Lali amaba a su hermano. De eso no cabía duda. Experimentó un momento de desesperación que excedió cualquier otra angustia vivida en los últimos ocho años. Ella nunca podría ser suya, él jamás sería el dueño de su corazón.
Se dijo que había otras mujeres, que si salía vivo de aquello y lograba recuperar el ducado, podría liberarla y encontrar a alguien que ocupara su lugar. Pero ¿hallaría otra con tal mezcla de timidez y descaro? ¿Tendría otra mujer su sonrisa o su risa? ¿Encontraría tanta satisfacción en la mera contemplación de alguna otra?
Había sido muy egoísta por su parte llevarla allí, pero deseaba que estuvieran juntos el máximo tiempo posible.
Oyó un roce de ropa en la hierba, el crepitar de unas botas en la tierra. La llegada de su oponente. Un hombre al que siempre había considerado su único amigo de verdad. John había conseguido despojarlo incluso de eso. Se lo había quitado todo, y, al hacerlo, había hecho daño a otras personas.
Aunque Peter  sabía, y lo sabía bien, que no había estado en su mano detener a su hermano, se sentía responsable. Él era el verdadero duque de Killingsworth, y si bien no había ejercido como tal, recaía en él la responsabilidad de reparar el daño causado por John.
Weddy, también conocido como Geoffrey Arthur Stanbury, quinto duque de Weddington, se situó a su lado. Respiró hondo.
—Se avecina una tormenta.
—Cierto. —Era algo más que aquellos nubarrones oscuros; se olía en el aire.
—Entonces más vale que nos ocupemos de lo nuestro cuanto antes. Tu cuerpo estará empapado de sangre cuando lo traslade a la casa. Preferiría que no se empapara también de lluvia.
—Pensé que quizá después me arrojarías al mar.
—Eleanor insiste en que te devuelva a la casa, para que puedan enterrarte como es debido. —Le puso el estuche de las pistolas delante—. Como no tenemos padrinos, puedes inspeccionar las pistolas y elegir arma primero.
Peter sacó una pistola del estuche.
—No necesito inspeccionarlas. Confío en ti.
—¿Las mismas normas que cuando éramos niños?
—Por supuesto.
—Procura apuntar mejor. No hay por qué negarle al cielo el derecho a que lo surquen las aves.
Weddington cogió la pistola que quedaba, dejó en el suelo el estuche de madera tallada y dio media vuelta.
—Quisiera pedirte un favor —dijo Peter , mirando nuevo fijamente el mar.
—No hace falta que me lo pidas. Te meteré una bala en el corazón. Tu muerte será rápida. No puedo decir lo mismo de la vergüenza que le causaste a Eleanor. Le duró algún tiempo.
—No es eso lo que iba a pedirte. —Se volvió despacio y sostuvo la mirada del hombre al que una vez había llamado amigo—. Si te sales con la tuya, y no me cabe duda de que así será, te pediría que fueras a Pentonville y te sirvieras de tu influencia para visitar al preso D3-10.
—¿Y qué mensaje le doy?
—Creo que lo sabrás en cuanto lo veas.
—Es un favor algo críptico, pero considéralo hecho. ¿Podemos continuar? —preguntó ladeando un poco la cabeza.
—Adelante.
Se alejaron varios metros, luego se detuvieron, dándose la espalda.
—Diez pasos —anunció Weddington.
Peter contó los pasos.
Uno.
«Debería haberle contado la verdad a Lali desde el principio.»
Dos.
«No le permitirían casarse con John después de haberse casado con su hermano.»
Tres.
«Un infierno para John.»
Cuatro.
«Injusto para ella.»
Cinco.
«Debería decirle la verdad a Weddington.»
Seis.
«Pero ¿y si ni siquiera su mejor amigo podía distinguir a los dos hermanos...?»
Siete.
«Weddington retaría a un duelo a John en cuanto supiera la verdad.»
Ocho.
«¿Quién heredaría el ducado si Weddington matara a John?»
Nueve.
«¿No había algún primo por alguna parte?»
Diez.
«¡Diablos! ¿Qué más daba ya?»
Se volvió. Weddington ya había levantado su pistola y estaba apuntándole con ella.
—¿Estás listo? —preguntó Weddington.
—Sí.
—¡Fuego!
Peter esperó. Weddington esperó.

1 comentario:

  1. OMG Peter dile no calles porfiss.... ya no tengo uñas jajaja nervios y mas nervios
    Marines

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