miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capitulo 51

 
Retorciéndose y librándose a tirones de la sujeción de aquel hombre, Lali retrocedió, y el horror de sus palabras se le asentó en la boca del estómago.
—Eso no puede ser. Yo... yo... —Se llevó la mano a la boca. Al principio, ¿no le había parecido que se había casado con un desconocido? ¿No había encontrado extraña su reserva?
Sin embargo, se había enamorado de su marido. Había descubierto en él una dulzura, una amabilidad extrema. Disfrutaba de su compañía, disfrutaba de todo lo que hacía con él.
—Sabes que digo la verdad, Lali. Lo veo en tus ojos.
Ella pensó que lo que veía en sus ojos debían de ser lágrimas, porque se las notaba en los ojos y en la garganta. Notó que la humedad le rodaba por las mejillas. Él le resultaba familiar, con una familiaridad que iba más allá de la forma de su nariz, del grosor de sus labios, del azul de sus ojos. Había pasado tiempo en compañía de aquel hombre. ¿Por qué se daba cuenta ahora y no cuando lo había visto por primera vez delante de la ventana?
—Es posible —admitió ella con voz ronca—. No te veo como a un extraño, sino como a alguien a quien he conocido.
—¿Alguien con quien has bailado con un vestido blanco de encaje estampado de rosas rosa?
Le dio un salto el corazón al recordar lo que llevaba puesto la noche en que conoció al duque de Killingsworth.
—¿Alguien que te daba fresas rebozadas en azúcar cuando ibas de picnic junto al Támesis?
Notó una opresión en el pecho que apenas le permitía respirar.
—¿Alguien que te pidió que le concedieras el honor de convertirte en la duquesa de Killingsworth?
Lali soltó un grito contenido. Cielo santo, sólo podía saber esas cosas si era quien las había vivido. Empezaron a temblarle las piernas y tuvo que dejarse caer en una silla cercana.
—No lo entiendo —susurró, odiando la duda y el temor de su propia voz.
—No tienes por qué —dijo, amable—. Desde que tengo uso de razón, John ha codiciado lo que me pertenecía por derecho. Como primogénito, me corresponde heredarlo todo. Según las leyes inglesas, la vinculación...
—Conozco perfectamente las leyes inglesas... —espetó ella, perdiendo la paciencia, desesperada porque llegara al fondo del asunto. Albergaba una lejana esperanza de que todo aquello fuera una broma horrible. Una pequeña parte de ella se sentía profanada, pero la mayor parte no quería otra cosa que ver a su marido, que la abrazara y le dijera que todo iba a salir bien. Sólo que no era su marido el que estaba de pie delante de ella ahora. Era otra persona, de otra vida.
—Por supuesto —le concedió él con una sonrisa burlona—. Pero como mi hermano quería mis títulos y mis propiedades, es lógico pensar que también quisiera poseer a mi dama.
Pero no quería. En realidad, no. Había tratado de evitarla. Había sido ella la que había ido tras él como un cachorro necesitado de consuelo hasta que él había claudicado.
«Me tientas demasiado», le había susurrado.
—Si ni siquiera sabía de mi existencia —le recordó—. Él estaba en Virginia...
—No, lo de que estaba en Virginia fue una mentira cuidadosamente ideada para proteger a la familia.
—Pero sus cartas...
—Las escribí yo mismo.
—¿Por qué?
Se acercó una silla para poder sentarse delante de ella, tan cerca que le parecía estar presa. Tenía palpitaciones, y le sudaban las palmas de las manos. Se sentía como un animal acorralado, nada segura de poder huir.
—¿Dónde está...? —No sabía cómo llamarlo—. ¿... mi marido? —se atrevió a preguntar.
—Supongo que habrá salido a ocuparse de los asuntos de la finca.
—¿Y cuándo vuelve?
—Tú y yo debemos acordar un plan de acción.
—No entiendo cómo ha podido suceder esto —dijo ella presionándose las sienes con la palma de las manos.
—Intento explicártelo lo mejor que puedo. —La cogió por las muñecas y le bajó las manos al regazo—. Por increíble que parezca, mi padre sabía que no podía confiar en que John no quisiera ocupar mi lugar en vez del que le correspondía, así que, la noche en que cumplimos la mayoría de edad, lo envió a Pentonville...
—¿A Pentonville? Es una prisión.
—Sí, la otra opción era Bedlam. Mi padre pensó que Pentonville, al ser un complejo moderno, constituiría una opción mejor.
—Pero la cárcel es para los delincuentes, y tu hermano no había cometido ningún delito.
—Pero lo habría hecho. Mi padre estaba convencido de eso. De modo que pagó generosamente a un celador para que tuviera a John encerrado entre los muros de Pentonville.
—¿Y tú estabas al tanto de esa injusticia?
—Sí.
Ella se estudió las manos y luego lo miró.
—¿Por eso te quedabas parado allí delante de vez en cuando?
—Sí, odiaba pensar que mi hermano estuviera encerrado allí. Intentaba decidir si sería seguro soltarlo. Su libertad se convirtió en un infierno para mí. —Se levantó de la silla con tal violencia que Lali se apretó contra el respaldo por temor a que fuera a pegarle.
Él dio la vuelta a la suya y se situó detrás, agarrándose al respaldo con tanta furia que los nudillos se le pusieron blancos, la mandíbula apretada mientras proseguía.
—Mi hermano se fugó. No podía haber elegido peor momento: la víspera del día en que tú y yo íbamos a casarnos. Vino a la casa de Londres e hizo que me llevaran a Pentonville en su lugar. —Escudriñó el techo, como si los recuerdos se alojaran en él—. Me confinaron en una celda de aislamiento, así que me llevó un tiempo poder hablar con el celador y convencerlo de que había cometido una equivocación. Me soltaron en secreto hace tres días.
»Entonces empezó mi infierno —añadió, volviendo a mirarla—. Hice algunas indagaciones discretas y averigüé que mi hermano había seguido adelante con la ceremonia, que John se estaba haciendo pasar por Peter, y no sólo me había robado mis títulos y mis propiedades sino también a mi dama. Y a juzgar por tu reacción de antes, debo suponer que además te ha robado el corazón.
«Amén de su cuerpo y de su alma.»
En aquel momento, a Lali le pareció que la odiaba de la cabeza a los pies. Volvió a mirarse las manos, incapaz de soportar su escrutinio, como si pudiera ver todo lo que su hermano había hecho con ella, cada beso, cada caricia...
—Tu historia es increíble.
—No es una historia, es la verdad.
Se atrevió a levantar la mirada.
—La solución de tu padre a lo que percibía como un problema me parece cruel. No, no me lo parece, lo es —rectificó meneando la cabeza—. Tenía que haber otra forma de proteger lo que crees tuyo.
—¿Lo que creo mío? Es mío, Lali. Iba a ser tuyo también. ¿Te has acostado con mi hermano?
Ella notó que se le encendía el rostro.
—¿Te has acostado con él?
Asintió con la cabeza. Él se volvió y le dio la espalda.
—Podría matarlo sólo por eso —murmuró.
—No —espetó ella levantándose como un resorte—. No merece morir. Si lo que dices es cierto...
Él se volvió de inmediato.
—¿Dudas de mí?
Lali tragó saliva.
—No sé qué creer.
—Créete esto: no ha pasado una sola noche en que no haya pensado en ti, ni un instante en que no me haya preocupado por lo que pudiera haberte ocurrido. No ha pasado un segundo sin que viera tu rostro, oyera tu risa o recordara tu sonrisa.
Aquello era un disparate, y empezaba a dudar de su cordura, de la de aquel hombre y de la de su marido.
—Pero ¿cómo es posible que no haya notado la diferencia? Aunque seáis idénticos...
—¿Aún dudas de que soy el hombre que te cortejó?
Notó que las lágrimas le escocían en los ojos, que le quemaban la garganta. Pensó que quizá estaba enferma. Al principio, le daba la impresión de haberse casado con un desconocido. De hecho, así había sido.
Él apartó de un golpe la silla, que se cayó al suelo, se arrodilló ante ella y le tomó las manos.
—¿Quién soy, Lali?
Tenía la boca demasiado seca para hablar, y un nudo de emoción en la garganta.
—¿Soy el hombre que te conquistó?
Ella estudió su rostro, sus ojos... Asintió con la cabeza.
—¿Soy el duque de Killingsworth?
¿Lo era? No lo sabía. Sólo sabía que aquél no era el hombre con el que se había casado.
—Necesito ver... —iba a decir «a Peter», pero ¿y si lo estaba mirando a los ojos en aquel mismo instante?— a mi marido.
—¿Crees que soy el duque de Killingsworth, que soy Peter? —insistió él.
—¿Por qué iba a mentirme? —repuso ella en lugar de contestar a su pregunta.
—Ya te lo he dicho. Quería lo que yo tenía.
—Si lo que dices es cierto... —Las lágrimas le nublaron la visión y empezaron a rodarle por las mejillas.
—Es verdad, Lali. Debes creerme. ¿Por qué iba a inventarme una historia tan retorcida?
—¿Qué es lo que esperas de mí?
—Debes entender que es muy probable que, aun cuando se enfrente a la verdad, siga asegurando que es Peter —dijo, apretándole las manos—. Temo que cree que es Peter. Peor aún, me temo que está loco. La noche en que se fugó...
Como le sostenía las manos, ella notó el temblor que lo recorría.
—¿Qué? ¿Qué sucedió la noche de su fuga?
—Me ató y me amordazó.
Lali pudo ver el horror de lo que aquel hombre había soportado reflejado en sus ojos.
—Me dejó inconsciente de un golpe. Cuando desperté, estaba solo. Completamente solo en un lugar oscuro.
A ella aún le costaba creerlo, pero tampoco podía negar que su marido no era el mismo hombre con el que había accedido a casarse. Ahora lo veía clarísimo. Las dudas iníciales de él...
—¿Vas a volver a enviarlo a Pentonville?
—No. Nunca estuve de acuerdo con la solución que papá dio al problema. Sólo quería complacerlo, pero ahora veo que fue muy injusto con mi hermano. Aun así, no puedo correr el riesgo de que vuelva a quitarme lo que es mío.
Ella no pudo hacer mucho más que asentir para demostrar que comprendía la situación.
—¿Qué quieres que haga?
—Quiero reunirme con él, hablar con él...
—Volverá en cualquier momento.
—Aquí no. Quiero verlo lejos de la casa, donde el servicio no pueda oírnos. No me cabe duda de que llegar a un acuerdo supondrá muchos gritos. No querrá oír lo que tengo que decirle, si admite que él es John, quizá nos baste para salir de este entuerto.
—No entiendo por qué no puedes reunirte con él aquí.
—Porque es muy probable que se ponga violento.
—No me parece un hombre de los que recurren a la violencia.
—¿Y te parece de los que viven la vida de otro?
—No.

—Hay muchas cosas de mi hermano que tú no sabes, Lali. No olvides que al tomarte como esposa te ha engañado mucho más que a mí.

1 comentario:

  1. nooo Lali no caigas en su juego por favor no le creas miente, aaaa no John es re malo.
    John es mitomano lo juro
    Marines

    ResponderEliminar