lunes, 23 de septiembre de 2013

Capitulo 40

Holas chicas si se que les dije que iba hacer maratón hace como un mes pero por problemas de U no pude pero hoy si puedo hacemos maratón y tratamos de terminarla asi que comenten!




—No irás a zambullirte de verdad —dijo Peter, y su voz resonó entre los muros de piedra que circundaban la piscina.
—Ni hablar —contestó Weddington mientras se refugiaba en lo que servía de vestuarios.
La casa de baños se había construido a buena distancia de la mansión. La entrada al edificio de piedra estaba guardada por pilares también de piedra. A pesar de la lluvia, habían logrado llevar consigo unas antorchas, que habían colocado en los candelabros de la pared. Sombras espeluznantes danzaban por el interior del edificio. Un tramo de anchos escalones de piedra facilitaban la salida de la piscina.
Weddington salió del «vestuario» con las manos en alto y una botella en cada una.
—Quiero a Eleanor con toda mi alma, pero me sigue por toda la mansión, y he pensado que necesitábamos un poco de tiempo para charlar a solas.
—¿Como en los viejos tiempos?
—Como en los viejos tiempos.
Se sentaron en el suelo de piedra, con la espalda apoyada en la pared. Weddington abrió una botella y se la pasó a Peter, luego abrió la otra para sí mismo.
—Por la amistad renovada —proclamó, haciendo chocar su botella contra la de Peter.
—Por la amistad conservada.
Peter dio un trago y el whisky le abrasó la garganta. Boqueó, soltó un fuerte resoplido y le dedicó a su amigo una sonrisa de oreja a oreja.
—¡Vaya, es bueno!
—Y hay más donde estaban éstas.
—¿Crees que tu padre llegó a saber que no veníamos aquí a darnos saludables chapuzones?
—Puede que lo sospechara.
Peter dio otro trago, dobló la pierna y apoyó la muñeca en la rodilla, con la botella colgando. Después, echó la cabeza hacia atrás y contempló el baile de las sombras en el techo.
—Hemos tenido nuestras buenas charlas aquí.
—Sí, señor. Le he hablado a Eleanor de tu situación.
Peter volvió la cabeza hacia su amigo para poder mirarlo mejor.
—Me ha preguntado por qué no te había matado, y como sabía que era mi intención... —Weddington se encogió de hombros—. Nunca le he mentido y no le oculto nada. No se lo dirá a nadie.
Peter volvió a mirar al techo.
—Esta situación ya os ha perjudicado bastante. No quiero que os haga más daño.
—Supongo que desde esta tarde a ahora no se te habrá ocurrido algún modo de resolverlo.
Peter se llevó la botella a los labios, dio un nuevo trago al brebaje embriagador, bajó la botella y se lamió los labios.
—No. Pero cuando jugaba con Richard, no podía dejar de pensar que, mientras John siga vivo, jamás tendré la tranquilidad de que mis hijos estén a salvo.
—Quizá si le garantizaras que nunca iba a faltarle nada...
—Ya he pensado en eso, no es una cuestión de dinero. Nunca se le negó una pensión con la que pudiera vivir del modo al que está acostumbrado. Tuvo que ser por el ducado en sí. Por el título. Por todos los títulos. El prestigio, el poder, el respeto que se concede a alguien con cierta categoría social. Ya ha demostrado hasta dónde es capaz de llegar con tal de ser duque. No creo que el que yo esté pendiente de él lo disuada.
—¿Qué vas a hacer entonces?
—No lo sé.
—Me parece que puedes tener otro problema con el que no contabas.
—¿Cuál?
—Tú esposa.
—Soy perfectamente consciente de que es un problema.
—¿Eres consciente de que te quiere?
Riéndose por lo absurdo de la pregunta, dio otro trago y dejó que el calor del whisky le recorriera el cuerpo.
—Quiere a John.
—No era a John a quien no podía quitarle los ojos de encima en el salón.
Peter se volvió bruscamente hacia Weddington.
—Porque cree que yo soy John. Si descubriera que no soy el hombre que la pidió en matrimonio, no me prestaría ninguna atención.
—Te equivocas. Le gusta lo que ve cuando te mira. Eres tú el que la hace sonreír. Fue la idea de perderte en el duelo lo que la disgustó. Y sé de sobra que tú la quieres.
—No puedo quererla.
—Pero la quieres.
—Pero no puedo. Fue John el que...
—¿De verdad crees que ella podría haber querido a tu hermano?
—¡Sí! —Se levantó como un rayo, dando un trago más mientras lo hacía—. El día de la boda me dijo cuánto me quería. «Muchísimo.» Sólo que no hablaba de mí, sino de John. —Se sentó en cuclillas—. La mañana después de mi fuga, nada más despertar, me enteré de que tenía que casarme. Cuando quise darme cuenta de que no era un simple enlace entre una dama y un duque, ya era demasiado tarde. —Miró la botella que se balanceaba entre sus rodillas—. No quiero renunciar a ella, pero cuando averigüe la verdad querrá perderme de vista.
—Peter, solamente la conozco de una tarde y una noche, pero te juro por mi vida que no me imagino a una mujer tan tierna enamorándose de un hombre sin escrúpulos como tu hermano.
Peter alzó la vista.
—No creo que ella esté al tanto de lo que él hizo. Todo Londres está convencido de que el hermano gemelo del duque de Killingsworth emigró a América.
—Yo oí rumores. ¿Recuerdas lo mucho que hablaba de marcharse? Por eso, cuando por fin se fue, no me extrañó.
—Sólo que no se fue. Por lo visto, ha escrito historias de sus fantásticas aventuras.
—También he oído hablar de ellas. Me parece una locura. Razón de más para que pongas a tu esposa de tu parte.
Peter dio otro trago a su whisky mientras recordaba de pronto algo que Lali le había dicho.
—Me dijo que tenía dudas sobre su matrimonio conmigo, o con el hombre que pensaba que yo era. Todo esto es muy complicado.
—Míralo así: John es un intrigante. Es muy probable que jamás le revelara su verdadero yo. Y, si ése es el caso, ¿de verdad crees que se la merece? Tú conoces a tu hermano. ¿Por qué habrías de condenarla a una vida con él? No es que piense que puedas seguir con ella: la ley prohíbe el matrimonio entre cuñados.
—Pero seguramente si se la devuelvo virgen, si consigo invalidar el matrimonio, que los tribunales entiendan que no fue culpa suya casarse con el hermano equivocado...
—Quizá deberías pensar que se ha casado con el hermano correcto. No deberías impedirle que se enamore de ti, del verdadero Peter Lanzani.


1 comentario:

  1. Peter hazle caso a Weddy ella se enamoro de ti no de tu querido hermano John.
    Y un consejo no invalidez para que no es necesario querido
    Besitos
    Marines

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