miércoles, 25 de septiembre de 2013

Capitulo 53


Lali pensó que jamás olvidaría el gesto de traición demoledora que había aparecido en el rostro de su marido al percatarse de que ella le había tendido una emboscada. Sólo que ella no sabía lo que iba a ocurrir. La había sorprendido tanto como a él, pero aún no se había recuperado de las revelaciones de aquella tarde.
Ya no estaba segura de lo que debía creer, de lo que debía hacer. Se sentó en una silla, en su dormitorio, y contempló cómo anochecía, total y absolutamente exhausta por la terrible experiencia, confundida por sus sentimientos, preocupada por el hombre al que había traicionado.
Dos hombres decían ser Peter Lanzani. Con uno había prometido casarse; con el otro se había casado. Uno le había gustado; al otro lo amaba. ¿Importaba que se hubiera casado con John? A su corazón le daba igual no ser duquesa. Pero si era John, su marido necesitaba ayuda. Desesperadamente.
Oyó que se abría una puerta, la que separaba el dormitorio del duque del suyo. Había esperado con tanta ilusión que él fuera a verla esa noche, pero ahora sólo deseaba que aquel hombre se marchara.
Él se situó a su lado y se apoyó en el marco de la ventana. Notó que la miraba fijamente.
—¿En qué piensas? —preguntó él.
—Trato de decidir si estoy casada con el hombre con el que intercambié los votos nupciales o con el hombre cuyo nombre figura en el acta matrimonial.
—Yo me he estado preguntando lo mismo, pero hasta que sepamos si estás embarazada de mi hermano, la cuestión es discutible.
—No entiendo —dijo ella, volviéndose hacia él.
—No me meteré en tu cama durante un mes. Si en ese tiempo se sabe que no estás embarazada, te tomaré por esposa, como habíamos acordado inicialmente. Sin embargo, si lo estás... —se interrumpió.
—Entonces, ¿qué?
—No puedo arriesgarme a que sea un varón, un heredero. Tendría que divorciarme de ti alegando adulterio.
—¿Vas a divorciarte de mí sin haberte casado conmigo?
—Aunque yo no subiera al altar, mi hermano ha contraído matrimonio contigo y tú, de buena fe, has creído que te casabas conmigo.
—Bastará con que expliquemos que tu hermano —le costaba llamar a su marido John— se ha hecho pasar por ti.
—No. No permitiré que mi familia se vea envuelta en un escándalo así. Lo sucedido quedará entre nosotros.
—¿Prefieres que todo Londres piense que tu esposa te ha sido infiel?
—Espero que no nos veamos obligados a tomar esa decisión.
—¿Y qué vas a hacer con... él?
—Aún no lo sé.
—¿Y si yo lo convenciera para que renunciase a todo esto y nos fuéramos los dos lejos de aquí...?
Él soltó una falsa carcajada.
—No renunciaría a todo esto, ni siquiera por ti.
—Me ha dicho que me quiere.
—También te ha dicho que es Peter, el duque. Las mentiras le brotan de la boca como el vino brota de una botella. No puedes confiar en él, Lali.
—No sé por qué has tenido que encerrarlo en el mausoleo.
—Era eso o la cárcel del pueblo.
—¿Qué vas a hacer con él? No puedes dejarlo ahí eternamente. Es un lugar muy frío.
—Sólo se quedará ahí hasta que decida qué hacer con él.
Se apartó de la ventana, se agachó y le acarició la barbilla.
—No tenía derecho a ti. Podría perdonarle que me haya arrebatado el ducado, pero a ti, eso no se lo perdonaré nunca. —Se inclinó, su rostro muy cerca del de ella—. Porque, como ves, yo también te quiero. —La soltó y se enderezó—. Vamos a cenar.
Lo dijo como si a ella no se le hubiera partido el corazón, como si su mundo no se hubiera derrumbado.
—No tengo apetito.
—Debes reponer fuerzas. Todo esto no ha hecho más que empezar.


Peter apenas sentía el frío cortante o el hambre que le roía las entrañas. Sus manos y sus pies atados estaban tan entumecidos como su corazón.
Yacía de costado, donde los matones de su hermano lo habían tirado sin ceremonias. ¿Cómo se las arreglaba John para juntarse siempre con la escoria de la sociedad?
Por lo menos, en Pentonville, había luz. Allí no había otra cosa que la lúgubre oscuridad de la desesperación.
Lali dudaba de él y el dolor de aquella duda era como una espada afilada que le atravesaba el corazón. Había necesitado más fortaleza de la que creía poseer para no llorar de angustia al verla marcharse con John.
Si Lali dudaba de él, ¿de qué le servía demostrar que era el verdadero duque?
El ducado, las propiedades, los títulos... ya no le importaban.

Vio un haz de luz recorrer las vidrieras de la fachada del mausoleo. Oyó el rechinar de la llave en la cerradura. La puerta se abrió y entonces sonó la suave voz de su esposa.

1 comentario:

  1. hay lindo esta encerrado, John es un cinico de primera,
    Lali ayudalo sacalo de ahi
    Marines

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