Al oír la puerta, Lali se volvió de golpe y el
corazón le dio un brinco cuando vio al otro hombre que aseguraba ser Peter.
—He supuesto que te encontraría aquí —espetó—.
Imagina mi sorpresa al ver que mis guardias se dirigían a la casa.
El marido de Lali le quitó el cuchillo de la
mano y se puso en pie con dificultad.
—¿Qué vas a hacer con eso, hermano? —preguntó
el hombre que estaba junto a la puerta.
—Depende de lo que me obligues a hacer.
—Parece que estamos en punto muerto, pero
siento curiosidad. Dime, ¿cómo conseguiste fugarte de Pentonville?
—Por el suelo de la capilla.
—Ah, muy listo.
—¿Y tú?
—Yo no me he fugado. Me han soltado. En cuanto
me sacaron de la celda de aislamiento, insistí en que quería hablar con
Matthews...
—El celador.
—Sí. La fortuna me sonrió el día que conocí a
Matthews. Era aficionado a la bebida y al juego. Por desgracia, rara vez tenía
suerte. Debía mucho dinero a unos cuantos indeseables. Se mostró muy interesado
en lo que pudiera ofrecerle. Además, tiene un secreto que nadie más conoce, y
el que yo lo supiera le hizo percatarse de que había cometido un terrible
error. Él se encargó de mi liberación. Ahora está de camino a América.
—Muy oportuno. El único testigo de tus
maquinaciones ha desaparecido.
—Sé bien lo que me toca hacer —sonrió John.
—¿Qué pasó con mamá y papá? ¿Nunca preguntaron
por qué sólo volvió uno de nosotros aquella noche?
John puso cara de asombro.
—Jamás supieron que sólo había vuelto uno de
nosotros, hermanito —confesó—. Fue complicado hacerme pasar por los dos...
nunca a la vez, claro, y sólo durante unos días, hasta que «John» los convenció
de que partiría para América en busca de fortuna.
—¿Y Weddington?
—Era una molestia. Siempre insinuando que
quizá yo era John, o sea tú. Tuve que prescindir de aquella amistad. Aunque me
costó un poco acabar con ella por completo. No lo conseguí hasta que se lió con
esa putita.
—Has sido diabólicamente astuto.
—No me quedaba otro remedio. Tú no parabas de
decir que eras el heredero.
—¿Me habrías soltado alguna vez?
—No lo sé. Matthews desempeñó muy bien la
tarea que le encomendé. Yo sólo iba a tenerte allí unos meses, hasta que te
trasladaran, pero él tenía miedo de que, al sacarte de la celda de aislamiento,
se descubriera lo que había hecho. —John se encogió de hombros—. O eso confesó
cuando se enfrentó a su benefactor. Y ahora vuelves a intentar usurpar mi
lugar.
—Juegas con ventaja, pero estoy dispuesto a
cedértelo todo.
—¿Incluida tu esposa?
—No, a ella no.
—Pero si yo soy Peter, entonces está casada
conmigo...
—Concédele el divorcio.
—El divorcio es un escándalo. Además, aunque
se libre de mí, no podrá casarse con el hermano de su marido.
—En América sí.
John arqueó una ceja.
—¿Te vas a América?
—Sí, creo que nos iremos.
—¿Me mandarás cartas? Me encanta saber de tus
aventuras. Aunque creo que deberías irte al oeste. Virginia empieza a ser un
poco aburrida.
—Te escribiré cartas desde donde quieras.
Lali vio que el hombre situado junto a la
puerta negaba lentamente con la cabeza.
—Por desgracia, no confío en ti, hermano.
Horrorizada, lo vio sacar una pistola.
—¡No! —gritó, levantándose y colocándose
delante de su marido. Notó que el fuego le atravesaba el cuerpo y le estallaba
dentro, oyó el eco de una explosión que pensó que podría derrumbar el techo y
se encontró de nuevo en el suelo mientras la oscuridad le iba robando la
visión. ¿Quién había apagado el candil?
—Cielo santo. ¿Lali? ¿Lali?
Notó que un fluido caliente brotaba de su
cuerpo y se encharcaba. Todo lo que la rodeaba se volvió negro, hasta la voz
que la llamaba sonaba lejana. Sintió que la envolvían en mantas, que la
levantaban unos brazos fuertes y firmes.
—¡Por todos los santos, no te quedes ahí
parado! Ve al pueblo a buscar a un médico. ¡Rápido!
Mientras sucumbía al dulce abismo del olvido, Lali
se percató de que acababa de oír la voz del verdadero duque de Killingsworth.
noooo que no muera, si lo ama lo salvo <3 mas linda, pero que no se muera
ResponderEliminar:( Vamos Lali tienes que vivir
Marines