viernes, 7 de junio de 2013

Capitulo 29



Peter no estaba disfrutando tanto de su segundo baile con lady Blythe como del primero, sobre todo porque lo veía sólo como un trámite para llegar al último baile, que le permitiría volver a estrechar a Lali entre sus brazos. Lástima que no pudiera hacer nada más, al menos no en un salón tan profusamente iluminado. Se preguntó si ella estaría dispuesta a dar otro paseo por el jardín.
Por el rabillo del ojo, la vio entrar de nuevo en el salón sin el menor indicio visible de que hubieran estado a punto de tomarla tras una espaldera de rosas. ¿Cómo podía parecer tan tranquila e inmutable cuando él aún llevaba su aroma en la piel?
—Milord... —empezó lady Blythe.
Peter ladeó un poco la cabeza, preguntándose qué quería de él aquella dama.
—¿Sí, querida?
Ella soltó una de sus risitas entrecortadas.
—Me encanta que me llame así. —Se mordió el labio inferior y echó un vistazo rápido alrededor antes de mirarlo fijamente. —Milord, he observado que le presta bastante atención a la señorita Fairfield.
Peter intentó no apretar la mandíbula, ni responderle que eso no era asunto suyo, y logró contestar con un tono neutro y una sonrisa de los que se sintió muy orgulloso.
—Sí, ciertamente, así es.
—Perdone mi intromisión, no acostumbro a hablar mal de nadie y no tolero los chismorreos ni el daño que éstos pueden causar, pero como lleva poco tiempo en Londres, quizá no sepa que la señorita Fairfield tiene fama de atraer a los hombres sólo para humillarlos. El pobre duque de Martinez buscó su favor la Temporada pasada y ella se lo concedió sin vacilar, hasta el punto de que él se creyó dueño de su corazón. Cuando la pidió en matrimonio, ella lo humilló rechazándolo.
Esta vez Peter no pudo evitar apretar la mandíbula.
—Quizá él la malinterpretase...
—Ah, no. Puede preguntarle a quien quiera. Coqueteó con él descaradamente. Una dama no debe alentar a un hombre por el que no siente nada. Sencillamente no se hace. El resultado es desastroso para el corazón de él, para su autoestima. Todos estábamos convencidos de que a ella le gustaba. A nadie le sorprendió que le propusiera matrimonio, pero todos nos quedamos perplejos, pasmados, cuando lo rechazó sin motivo ni explicación alguna.
—¿Está Martinez aquí esta noche?
Quería ver al hombre, conocer su versión de lo ocurrido.
—Cielo santo, no. Se moría de vergüenza y ha decidido no venir a Londres esta Temporada. No se lo reprocho. Le cuento esto por su bien. Siempre me ha gustado la señorita Fairfield, y aún la considero una amiga, pero ni siquiera como amiga puedo aprobar su descarada indiferencia por el honor del duque, y temo que vaya a llevarle por el mismo camino.
Lady Blythe pestañeó, sonrió y volvió a pestañear. Peter no solía quedarse sin palabras, pero no sabía qué decir. No dejaba de pensar en que otro hombre hubiera pedido a Lali en matrimonio, que ella lo hubiese alentado a hacerlo, que hubiera podido considerar seriamente la oferta.
—Yo jamás daría esperanzas a un hombre con el que no deseo casarme —añadió lady Blythe, como si se hubiera cansado de esperar a que Peter dijera algo, a que llenara el silencio que se alargaba entre los dos. —Me parece muy cruel.
—Supongo que no es posible que él malinterpretara sus intenciones...
—Ah, no. En ocasiones, ella misma lo buscaba con descaro, y todos atribuíamos su franqueza a su educación americana, pero ahora cabe preguntarse si tendría algún otro motivo, aunque para eso habría que pensar mal. Como a mí no me gusta ser desagradable, no se me ocurre el qué.
Cesó la música. Lady Blythe le puso la mano enguantada en el brazo, con una mirada cargada de preocupación.
—Se lo ruego, tenga cuidado con ella. Está claro que es vulnerable a sus artimañas y, como ya he dicho, me dolería mucho que le hiciera daño. Aunque he disfrutado poco tiempo de su compañía, le aprecio mucho.
—Agradezco su preocupación.
Pronunció aquella mentira con naturalidad, cuando habría preferido obligarla a tragarse sus palabras. Con los músculos en tensión y la mandíbula dolorida, la sacó de la pista de baile y la acompañó hasta un grupo de señoritas que no paraban de reírse como bobas. De pronto, todo lo irritaba.
Las dejó con sus chismorreos, convencido de que en seguida empezarían a cotillear sobre él, sobre Lali.
Se preguntó por qué ella nunca le había mencionado a Martinez, qué había sentido por aquel hombre. Al parecer, Lali y él tenían aún mucho de qué hablar. Quería encontrarla y...
—... cuesta creer que haya tenido la osadía de asistir a este baile.
—La duquesa de Harrington es prima suya. No podía faltar. —Al contrario, creo que debería haber tenido la decencia de no presentarse a pesar de su parentesco con la anfitriona.
—Me atrevería a decir que ya ha llamado la atención de Sachse.
—Pobre hombre, no tiene ni idea de la humillación que es capaz de causarle.
—Tal vez deberíamos hacer que nos lo presentaran para poder contarle la verdad y ahorrarle la desgracia de ponerse él también en ridículo.
—Sobran las presentaciones —espetó Peter a la espalda de los tres hombres que se encontraban al borde de la pista de baile. De no haber estado peligrosamente malhumorado tras las revelaciones de lady Blythe, antes de oír los comentarios pomposos de aquellos individuos, se habría reído del modo en que se agitaban y gesticulaban, como si fueran marionetas colgadas de unos hilos.
—Me temo, Sachse, que no nos han presentado formalmente —dijo el más alto y larguirucho de los tres.
Peter, cruel, casi lo veía como un espantapájaros en un campo de maíz. De hecho, no le habría importado colgarlo él mismo de un poste.
—Permítame que haga los honores —prosiguió el hombre mientras Peter guardaba silencio. —Soy el conde de Whithaven, y los que me acompañan —soltó una risita entré dientes— son el marqués de Kingston y el vizconde Reynolds.
Los otros dos caballeros murmuraron sus saludos.
—Chismorreaban sobre la señorita Fairfield —dijo Peter con aspereza.
—Ah, no, no, no, querido amigo, las mujeres chismorrean —lo corrigió Whithaven. —Nosotros sólo... conversamos, intercambiamos preocupaciones, especulamos sobre la inevitabilidad del fracaso de esta Temporada social. Le hemos visto muy entusiasmado con la señorita Fairfield.
—No creo que eso sea asunto suyo.
—Tal vez no, pero nos ha parecido oportuno advertirle que trató muy mal a uno de nuestros amigos la Temporada pasada. Alguien muy agradable, Martinez, eso sin considerar el prestigio de su título, por el que ella mostró una indiferencia absoluta.
—¿Porque dijo que no?
—Porque, querido amigo, nos hizo creer en todo momento que diría que sí. Perdí una fortuna en apuestas. Fue una descortesía por su parte engañarnos a todos.
—Fue una descortesía por la de ustedes apostar por el resultado. —Pronunció esas palabras con un perfecto acento británico que dejó pasmados a los tres hombres.
Peter dio un paso hacia el que parecía liderar el grupo.
—Yo en su lugar dejaría de hablar de la señorita Fairfield, o tendré que apostar sobre si es lo bastante rápido para esquivar mi puño o no.
—No se atrevería.
Peter meneó la cabeza y dio media vuelta; no podía hacerlo...
Pero antes de que se diera cuenta, su puño se había estampado en el rostro de Whithaven. El duque habría perdido la apuesta: no era lo bastante rápido para esquivarlo. Se desplomó sobre una pareja que bailaba antes de aterrizar en el suelo con un golpe seco.
Alguien gritó, Peter vio algunos aspavientos, oyó un chillido, la música cesó de repente, Reynolds farfullaba.
—¡Cielo santo! —exclamó Kingston. —¿A qué ha venido eso?
Peter sintió una mano en su hombro y, al volverse, vio a Lali mirándolo fijamente, con el cejo muy fruncido, horrorizada por su comportamiento.
—Peter, ¿qué demonios estás haciendo?
—¿Hay algún problema? —preguntó Harrington.
Peter se volvió hacia el hombre del que creía que podía ser amigo.
—Lamento haber interrumpido tu fiesta. Debí haberme llevado esto fuera.
—Vamos a la biblioteca...
—No, gracias, será mejor que me vaya.
Miró a Whithaven. Una mujer de pelo rubio y ojos verdes se había arrodillado a su lado, mientras Kingston y Reynolds murmuraban e intentaban detenerle la hemorragia nasal.
Peter salió de allí como un huracán antes de estropearlo más. Buena forma de demostrar que no era como su padre.

1 comentario:

  1. Eso Peter defiéndela a Lali
    Señorita Turra no hable mal de Lali o podría pasarle lo mismo que a Whithaven
    Besitos
    Marines

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