viernes, 14 de junio de 2013

Capitulo 35

Hola Linduras como están? espero mejor que yo tengo un gripe que me duele hasta Respirar... bueno les cuento Hoy les hago maratón y mañana también Eso quiere decir que Mañana TERMINAMOS la novelas... bueno espero que comenten y depende de ustedes si les subo otra nove... besitos COMENTEN.


—Será la muchacha granjera que llevas dentro.
—Probablemente. ¿Qué te trae por mi rincón del jardín?
—Peter me ha invitado a Sachse Hall, Eugenia sería mi carabina, y quiero ir. —Lo dijo todo muy de prisa, de forma atropellada, como si pensara que, si lo soltaba de sopetón, a su madre le pasaría desapercibido su verdadero significado; que se marchaba con Peter.
—¿Te parece una decisión acertada? —le preguntó en voz baja.
—Probablemente no —contestó Lali sin dejar de mirarse el pulgar sucio.
—Bueno, entonces sé prudente mientras estéis fuera.
Levantó bruscamente la mirada, pero su madre ya estaba de nuevo concentrada en la tierra, ahuecándola sin ponerse los guantes.
—¿Me das permiso para ir?
Se preguntó si habría intuido su escapada de la noche anterior.
—Al menos así sabré dónde estás, y puedo fingir que Eugenia me parece una carabina adecuada —repuso Elizabeth. —Además, si vas con ella, el viaje parecerá más decoroso. Es lo mejor que puedo esperar.
—Eugenia será una excelente carabina —le aseguró Lali, que se vio en la necesidad de defender a su prima. —Conoce mejor que nadie el escándalo.
—No tienes que convencerme —señaló la mujer. —Cuentas con mi bendición.
Una victoria tan fácil no podía ser el final de la batalla.
—Nos vamos mañana —la informó ella con cautela, a la espera de algún tipo de indicio de que su madre le estuviera tomando el pelo.
Sus manos dejaron de moverse con aparente frenesí.
—Cuídate el corazón —le dijo.
Lali la abrazó con fuerza, sin importarle que la manchara de tierra.
—Gracias por no complicar este momento. —Le dio un beso en la mejilla, y sólo entonces se dio cuenta de que tenía otra mancha en un lado de la nariz y el reguero húmedo del descenso de una lágrima. —Te quiero muchísimo —le susurró, luego se levantó y fue a prepararse para el viaje.


Como Peter y Nicolas eran hombres corpulentos y las damas, a pesar de la brevedad de su estancia, llevaban dos baúles de ropa cada una, viajaron en dos coches distintos y, aunque no fuera muy apropiado, Lali y Peter ocuparon el mismo carruaje.
—Estás muy callada —le dijo él en cuanto salieron de Londres.
—Mi madre se ha mostrado demasiado complaciente con este viaje. Me escama la facilidad con que ha capitulado.
La risa de Peter resonó por todo el coche.
—Quizá piense que un tiempo conmigo te convencerá de que ya no te interesamos ni Texas ni yo.
Mientras lo estudiaba allí sentado, vestido con levita gris con cuello de terciopelo negro, pantalones grises, chaleco azul y pañuelo rojo, se dio cuenta de que ya no esperaba que se presentara con su atuendo de vaquero. La constancia de ese hecho en cierto modo la sorprendió, la entristeció y, curiosamente, también la satisfizo. No podía atribuirse todo el mérito de aquella transformación. Buena parte se había producido antes de que ella aceptara ayudarlo, pero si se recortaba un poquito el bigote y no hablaba, nadie notaría que no se había criado en Inglaterra.
—Podrías recortarte un poco el bigote —le propuso. —Es muy americano.
Peter se llevó el pulgar y el índice al centro del bigote, justo por encima del labio, y los desplazó despacio hacia ambos extremos, siguiendo su recorrido.
—¿Para que se levante por las puntas?
Ella asintió con la cabeza, y él puso una mueca de asco que la hizo sonreír.
—Era sólo una sugerencia.
—Me gusta mi bigote como está.
—Supongo que podrías quitártelo del todo.
—Entonces parecería demasiado joven.
—Eres joven.
—Joven en años, Lali, no en experiencia. En algunos sentidos, soy mayor que muchos de los caballeros a los que conozco. Ellos han llevado una vida muy fácil.
—Una vida de excesos también puede envejecer.
—Muy cierto.
La joven se quedó cañada un instante, luego dijo:
—Nunca he estado en Sachse Hall.
—La casa necesita mucho trabajo.
—No sabía que precisara reformas.
—Reformas no, pero remodelación sí. Por lo visto, a mi padre le gustaba... —Miró por la ventanilla, como si buscara las palabras adecuadas, y en el cristal, Lali pudo ver que Peter había vuelto a sonrojarse, ¿o era el reflejo de su pañuelo?
—¿Qué le gustaba?
—Las esculturas de desnudos y esas cosas. Había pensado en redecorar la casa yo mismo, pero luego he creído preferible dejárselo a mi esposa, que lo haga a su gusto.
A Lali se le hizo un nudo en el estómago, como cada, vez que él hablaba de su futura esposa. ¿Se lo recordaba constantemente de forma deliberada? ¿Esperaba obtener de ella alguna clase de reacción, una chispa de celos? Aunque le fastidiaba tener que reconocerlo, envidiaba a la mujer que se casara con Peter. Porque seguro que terminaría casándose.
—Eso es muy considerado por tu parte —comentó ella, esforzándose por evitar que aquel instante estropeara la colección de recuerdos maravillosos que esperaba reunir antes de su partida.
—Me pareció una decisión... civilizada. Su perfecto inglés la dejó estupefacta. Se lo quedó mirando.
—Madre mía, Peter, ya casi no tienes acento texano.
—Sólo cuando me concentro.
—Creo que has descubierto el secreto. Todos los aspectos de la vida inglesa requieren concentración.
Él volvió a reírse, y ella se dio cuenta de que tenía una risa mucho más fácil que la mayoría de los hombres que había conocido en los últimos años.
—No se trata sólo de perder el acento —explicó Peter. —Hay que usar las palabras de una forma que jamás las había usado antes —añadió con una mirada penetrante. —Lo encuentro... algo molesto.
—Terriblemente molesto —lo corrigió ella con una sonrisa tierna.
—Me temo que tienes razón.
—Si hablaras bien, estaría más contenta que una alondra.
—Más contenta que una alondra —repitió él. —No es lo mismo que un gorrino chapoteando en agua sucia, claro.
Ella se rió aún más.
—Peter, ¡qué atrocidad! Pues claro que no son lo mismo. Una expresión es refinada y la otra es basta.
—¿Cuál es cuál?
—Sabes perfectamente cuál es cuál. Si no tienes cuidado, me disgustaré mucho.
El meneó la cabeza.
—Que te disgustes mucho no me parece una gran amenaza. Si me dijeras que te vas a enfadar, indignar o enfurecer, a lo mejor me lo pensaría.
—No subestimes lo desagradable que puede llegar a ser una mujer muy disgustada. Te aseguro que, aunque las palabras empleadas den una impresión más civilizada, pueden enmascarar una reacción terrible.
—Siempre había creído que hablar inglés era hablar inglés.
—No exactamente, pero tú hablas muy bien, y no te está costando captar los matices.
—Todo esto no tiene nada de fácil. Me resulta tan difícil como sentarme en mi lado del coche mientras tú te sientas en el tuyo.
—Procuro comportarme con el máximo decoro durante nuestra escapada. No quiero comprometer a Eugenia.
—Define decoro —dijo él, inclinándose hacia adelante y cogiéndole las manos enguantadas.
—No tengo intención de dejarme seducir.
Él frunció los ojos.
—¿Cómo se puede no tener intención de dejarse seducir? Yo sí tengo intención de...
—Lo que he querido decir es que estaré alerta en todo momento ante cualquier clase de insinuación indecente que puedas dirigirme. —Ella no iba a colarse en su dormitorio. De ningún modo iba a hacerlo.
Sonriendo como si supiera que Lali no iba a poder resistirse, Peter le soltó las manos, volvió a ocupar su rincón del coche y miró fijamente por la ventanilla.
—¿Qué haces? —le preguntó ella.
—Contemplar el paisaje. Es tan condenadamente verde...
—También hay campos verdes en Texas.
—En Fortune, no, no los hay. Como éste, no. Hacia mediados del verano, todo se pone marrón. —La miró. —¿Ya no te acuerdas?
—Tengo un vago recuerdo... —Muy vago. ¿Se acordaba siquiera de cómo era?
—No creo que aquí se seque todo.
—Eres como mi madre con sus rosales. Su pequeño pedazo de tierra...
—Sachse Hall es algo más que un pequeño pedazo de tierra. Los arrendatarios son agricultores. Si quieres, puedes venir conmigo cuando vaya a visitarlos a caballo.
—Eres un hombre de tierra, ¿verdad, Peter?
—Sí, creo que tanto si la tierra está en Inglaterra como en Texas, me llama.
Luego guardó silencio, como si escuchara lo que el verde y el marrón del campo le susurraban a su paso. Lali se preguntó si el padre de Peter lo habría llevado alguna vez a dar paseos por sus tierras, si de algún modo le habría inculcado el amor por ellas... ya fuera intencionadamente o no.
Debía de haber alguna otra prueba de la influencia paterna, aparte de las cicatrices.
La asombraba el aprecio con que sus ojos contemplaban los campos que iban recorriendo, como si nunca se cansara de verlos, como si no le aburrieran, como si viera ese paisaje por primera vez, cuando debía de haberlo visto ya, al viajar a Londres.
—¿Recuerdas si tu padre te llevaba a pasear por las tierras?
—No —respondió con la mandíbula tensa. —De los recuerdos que tengo —añadió meneando la cabeza—, aún no he encontrado ninguno que quiera conservar.
—Al menos no tendrás malos recuerdos del campo.
Lali se acercó a la ventanilla para poder disfrutar de una vista similar a la que tanto lo fascinaba a él. Nunca se había molestado en contemplar el paisaje, en mirarlo sin resentimiento por no ser Texas. Las colinas onduladas de Inglaterra le habían parecido ajenas, porque en Fortune sólo había buenas tierras de labranza próximas a la costa texana. Como no había encontrado nada que se lo recordara, lo había despreciado toda Sólo ahora, al mirarlas con los ojos de Peter, las verdes praderas parecían merecer su aprecio y la hacían sentir un poco culpable por tantos años de severo juicio.
El se levantó y se sentó en el banco de ella, a su lado, inclinado hacia adelante para mirar por la ventanilla hasta apoyar su pecho en el hombro de Lali.
—Prefiero ver a donde voy que de dónde vengo —dijo en voz baja, y su aliento acarició la sensible piel del cuello de ella, produciéndole un escalofrío que la estremeció de la cabeza a los pies.
—¿Quieres que me siente en el otro lado, para que así veas mejor? —le propuso Lali.
—No, veo muy bien desde aquí.
—Nunca he podido contemplar el campo sin resentimiento. ¿No te pasa lo mismo?
—¿Cómo voy a mirarlo con resentimiento si forma parte de mí?
Ella se volvió por completo.
—¿Estas tierras son tuyas?
—No, estas no. Aún nos quedan unas horas de viaje. No he querido decir que me pertenezcan, sino que son... hermosas. No se puede odiar la tierra por el simple hecho de existir, menos aún con todo lo que nos da.
—Lo llevas en la sangre —afirmó Lali, asombrada por el descubrimiento.
—A veces me lo parece. Cuando la miro, ya no echo tanto de menos Texas.


Contemplar la tierra con el perfil de Lali como parte de su campo visual, probablemente tuviera mucho que ver con que ya no añorara Texas. El cielo se había cubierto de nubarrones, había empezado a caer una lluvia suave, y la nana de las gotas que repiqueteaban en el techo del coche había adormecido a Lali, que descansaba con la cabeza apoyada en el hombro de Peter, tapada con su chaqueta para que no tuviera frío. El brazo con que la rodeaba para sujetarla se le había quedado dormido, pero era un inconveniente sin importancia comparado con el placer de disfrutar del peso de su cuerpo contra su costado, de la fragancia de su pelo, de aquel perfume que lo tentaba a respirar hondo sólo para poder deleitarse en su aroma único, memorizarlo para cuando no la tuviera cerca.
Con aquel viaje, pretendía tanto alejarse de Londres como buscar ocasión de atesorar recuerdos de ella. Tenía asuntos que atender en relación con sus propiedades, pero aun así, había previsto encontrar tiempo para estar juntos, para pasear, montar a caballo y sentarse en el jardín, para intentar persuadirla de que se conformara con un poquito de Texas y se quedara con él.
Cuando estuvieran en la finca, Lali se haría una idea más realista de la vida que él iba a llevar. No todo serían bailes, cenas, óperas y paseos matinales a caballo por el parque. De hecho, habría poco de eso. Confiaba en que pudiera llegar a conocerlo mejor, que empezara a verlo a él de verdad, no como vaquero ni como lord, sino como hombre.
Por fortuna, cuando llegaron a Sachse Hall, la lluvia había cesado. Peter contuvo la respiración y esperó la reacción de Lali al ver por primera vez el hogar de sus antepasados. Aunque todo aquello era suyo sólo por ser hijo de quien era, se sentía innegablemente orgulloso de formar parte de algo que, hasta hacía unos meses, ni siquiera sabía que existía. No había clavado los clavos que sostenían aquella casa, ni contratado a los sirvientes que recorrían con sigilo sus pasillos tenebrosos, ni había surtido la bodega, ni adquirido una sola de aquellas ostentosas piezas de arte expuestas por todas partes, y sin embargo, esperaba... impresionarla.
Quería que la mirase como él lo había hecho, para que viera lo que era y lo que podía ser.
Hasta que el coche se detuvo, no se percató de que Lali lo miraba a él, que ya no miraba por la ventanilla. Se había quitado de encima su chaqueta y ahora se la devolvía.
—Estás nervioso —le dijo en voz baja.
—No seas ridícula. —Cogió la chaqueta y se retiró lo justo para ponérsela sin darle un golpe en la cara.
—Me asombra que te preocupe algo que no has conseguido con tu esfuerzo.
—A mí también me asombra —replicó él con sinceridad. —Pero cuando contemplo lo que he heredado, me gusta pensar que todo esto tiene una historia de seis generaciones. Lo que tengo en Texas empezó conmigo, y no voy a negar que me enorgullece muchísimo el logro, pero también me satisface la idea de que, dentro de unas generaciones, los hombres que hereden lo que yo empecé puedan admirar y valorar su historia. No me conocerán, ni sabrán lo que me costó proporcionarles el comienzo de un legado, del mismo modo que yo tampoco conocía a los hombres que me han dejado esto hasta que vine aquí, pero eso no significa que no respete lo que consiguieron.
Los ojos de ella, de pronto oscurecidos, revelaban una especie de aprecio, y él era lo único que estaban contemplando atentamente...
Se abrió la puerta del carruaje y se deshizo el hechizo; Lali dio un brinco, acompañado de un gritito, y Peter pensó que, por unos instantes, ella había estado tan perdida en él como él lo había estado en ella. El lacayo la ayudó a bajar del coche, y Peter la siguió, deseando que no se les hubiera escapado aquel momento, preguntándose qué estaría pensando, qué le habría dicho de no haberlos interrumpido.
—Es impresionante —comentó Lali.
Peter tuvo que darle la razón. Tres plantas por encima del nivel del suelo, una parcialmente por debajo, todas casi el doble de altas que los pisos de la casa que él se había construido en Texas. Se le ocurrió que sus antepasados debieron de creerse gigantes entre los hombres, y habían querido que el lugar en el que vivían fuera un reflejo de esa actitud.


1 comentario:

  1. Hayyy que lindos <3
    muy bueno el capitulo
    Peter te ves bien con o sin bigote jajaja
    besitos
    Marines

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