Dicen que se
enamoraron de niños, en Texas.
—Yo he oído
que él le escribió una carta todos los días de todos los años que estuvieron
separados.
—A mí me
parece increíblemente romántico.
—¿Os habéis
fijado en cómo la mira? No le quita los ojos de encima.
—Me encantaría
que un caballero me mirara con esa intensidad.
—No la mira
precisamente como un caballero. Más bien es como si albergara pensamientos salvajes.
—¡Qué suerte
tengo! —señaló Lali.
Las tres damas
se volvieron de golpe, boquiabiertas, con los ojos como platos. Era raro verlas
sin lady Blythe, pero sus padres se la habían llevado al campo, avergonzados
por su inapropiado comportamiento durante el baile de los Ravenleigh. En
realidad, Lali sentía lástima por ella, porque era muy improbable que lograra
el favor de ningún caballero. Incluso le había enviado un ramo de flores con
una nota que rezaba: «Sin rencores».
Podía
permitirse el lujo de ser generosa con su perdón. Después de todo, sin lady
Blythe, quizá Lali jamás habría conocido el verdadero contenido de las cartas
que Peter le había escrito, tal vez jamás hubiera sabido lo fuerte y constante
que su amor se había mantenido con el paso de los años.
—Lady Sachse,
no te hemos oído acercarte —dijo lady Cassandra. —No pretendíamos insultarte,
querida amiga, pero es inevitable percatarse... bueno, de que tu marido está
deseando que concluya el desayuno nupcial para poder iniciar el viaje de bodas.
Lali sonrió,
sin preocuparse por ocultar su impaciencia.
—Repito, qué
afortunada soy.
Su boda con Peter
había sido el acontecimiento más comentado de la Temporada. A Peter le pareció
que no quedaba un solo sitio libre en la iglesia, ni una pizca de hierba en el
patio de fuera que no ocupara alguien ansioso por vislumbrar a la pareja de
recién casados. Sus hermanastras habían sembrado de pétalos de flores el camino
de la iglesia ante el carruaje que había llevado a Lali y a Peter hasta la casa
de los padres de ella. A continuación, se había celebrado el desayuno nupcial.
Después de todos los brindis a la salud de los dos, las hermanas de Lali se la
habían llevado para que pudiera cambiarse y ponerse la ropa de viaje. Ahora
acababa de llegar a la biblioteca, donde tenía previsto empezar a despedirse,
pero aquellas chismosas incorregibles habían llamado su atención. No les
guardaba rencor tampoco. Era el día más feliz de su vida, y quería que todo el
mundo estuviera tan lleno de gozo como ella.
—¿Adónde vas
de viaje de bodas? —preguntó lady Anne.
—Nos vamos a
Texas unos meses. —Era el regalo de boda de Peter, como si necesitara que le
regalara algo.
—Oh, qué
maravilla —exclamó lady Priscilla.
—Pasaremos
bastante tiempo en América, dado que Peter tiene allí un rancho y algunos otros
negocios. Deberíais venir a vernos alguna vez. Os presentaré a algunos
vaqueros.
—Cielo santo.
¿En serio? Eso sería estupendo —murmuró lady Cassandra, como lo haría un gato
satisfecho.
—Si me
disculpáis, creo que mi marido y yo vamos a empezar a prepararnos para el
viaje. Os agradezco que hayáis venido a la boda y al desayuno. Siempre he
valorado mucho vuestra amistad. —Se inclinó hacia adelante y ellas hicieron lo
mismo. —Creo que me mira como si fuera a tomarme sin piedad alguna.
—Ciertamente,
así es —opinó lady Cassandra con la respiración entrecortada.
—Lo estoy
deseando —les dijo Lali, sonriente, guiñándoles un ojo.
Aún hacían
aspavientos y se abanicaban cuando ella fue a reunirse con Peter, que estaba al
otro lado de la habitación, hablando con los padres de ella. Su madre reía,
feliz. Al parecer, habían logrado dejar a un lado sus diferencias. Lali no
sabía con certeza lo que había sucedido en su dormitorio durante los tres días
en que había estado inconsciente, pero era obvio que su madre había empezado a
apreciar a Peter en ese tiempo.
Era un poco
extraño, pero ahora que por fin había llegado el momento, Lali no tenía claro
sí estaba preparada para marcharse, después de todo. Peter la rodeó con el
brazo y la atrajo hacia sí.
—¿Te
encuentras bien, querida?
Ella asintió
con la cabeza.
—No estoy del
todo lista para marcharme —explicó, asombrada por la aspereza de su propia
voz—, pero sé que debemos hacerlo.
—Lali, hoy es
el día de tu boda. Si prefieres quedarte aquí, eso haremos.
—Peter, me vas
a echar a perder si me dejas hacer todo lo que quiera.
El la miró, de
pronto increíblemente serio.
—Ése es
precisamente mi plan, querida.
Ella se puso
de puntillas y le dio un beso en la mejilla.
—Me gusta tu
plan. —Luego le apretó el brazo. —Estoy lista. ¿Qué te parece? —añadió
dirigiéndose a su madre. —Mañana vuelvo a mi hogar.
La mujer le
dedicó una sonrisa triste y le acarició la mejilla.
—Confío en que
descubras que tu hogar no está en un solo sitio, sino allá donde esté tu
corazón. —Miró a Peter un instante y luego volvió a dirigirse a Lali: —Creí que
eras demasiado joven para dejar el corazón en Texas, y lo siento mucho...
—Mamá —la
interrumpió Lali tapándole la boca con su mano enguantada mientras negaba con
la cabeza. —Todo eso forma parte del pasado. Hoy soy más feliz de lo que lo he
sido nunca. Y tienes razón: que mi hogar esté en Texas o en Inglaterra
dependerá de que Peter esté a mi lado.
—Pero ¿te vas
o no? —preguntó Rocio.
Al mirar por
encima de su hombro, Lali vio allí a sus hermanas, y se preguntó cuándo se
habían acercado con tanto sigilo.
—Sí, me voy.
—¿No lo
echarás todo de menos? —preguntó Rocio. —Los bailes, las fiestas...
—Volveremos
—le aseguró Lali. —Antes de la próxima Temporada. Ahora que yo me he casado, le
toca a Candela.
Miró a ésta,
pero su hermana apenas reaccionó ante tal declaración.
—Me parece que
ella ya tiene a alguien —dijo Rocio.
—Pues a mí me
parece que, en el artículo de portada del periódico de mañana sobre este
enlace, se hablará de la cantidad indecente de tiempo que invirtió la novia en
despedirse —replicó Candela.
Después de una
ronda de abrazos y más buenos deseos, Lali se descubrió intentando contener las
lágrimas. Pero sabía que no eran de tristeza, sino de felicidad. Aquello era lo
que quería, lo que siempre había querido. No podía estar triste, aunque la
opresión que sentía en el pecho se pareciera mucho a la congoja.
Entonces se
volvió para mirar a su madre y supo que las lágrimas que se amontonaban en sus
ojos sí eran de infelicidad.
—Siempre he
querido sólo lo mejor para ti —le dijo la mujer.
Lali la abrazó
con fuerza.
—Lo sé, mamá.
—¿Quién iba a
pensar que lo mejor para ti sería un vaquero?
Riendo, Lali
la abrazó aún más fuerte antes de apartarse.
—Vaquero y
conde. Me alegro de no haber tenido que elegir entre los dos. Te quiero, mamá,
y te voy a echar mucho de menos.
—Lali,
querida, tendríamos que marcharnos ya. Parece que la gente se está
impacientando —dijo Peter.
Ella dio media
vuelta, aún tenía que despedirse de alguien. Se colgó del cuello de su
padrastro.
—Gracias por
la vida que me has dado.
—Ha sido un
placer para mí.
—No dejes que Candela
se case antes de que yo vuelva.
—Como si
pudiera impedir que alguna de mis hijas haga lo que se le antoje —le contestó
él, riendo. Luego le acarició la mejilla. —Aunque no seas mi verdadera hija, lo
eres en mi corazón.
Lali notó cómo
las lágrimas le rodaban por las mejillas; Peter le puso su pañuelo en la mano.
—Te quiero,
papá.
Volvió a
abrazarlo, abrazó a su madre y a sus hermanas. Los invitados empezaron a
apelotonarse alrededor para desearle lo mejor por última vez. Apoyada en el
brazo de Lali, dejó que éste la condujera entre la multitud. Tantos rostros
sonrientes, tantos buenos deseos...
Le resultó
extraño marcharse para descubrir al fin que aquél era su sitio.
Otra vez Awww <3 divinos
ResponderEliminarA la turra la hubieran encerrado en el manicomio...pero como dice Lali por ella Peter le dijo lo de las cartas y se casaron <3
Muy hermosote
Besitos
Marines