domingo, 30 de junio de 2013

Capitulo 3


Hola chicas perdon por no subir pero ando con miles de cosas y no me daba el tiempo, ahora les subo rapidito ya que tengo que hacer una carta para un restaurant y mis ideas mueren bueno espero que les Guste COMENTEN.



Capítulo 3

Llegado por fin el momento, Lali Esposito deseó que no fuera así. Un desafortunado descubrimiento que apenas podía conciliar con la emoción que había sentido la noche anterior, mientras se preparaba para acostarse. Durante meses, había esperado ansiosa su boda con el duque de Killingsworth. El problema era que ya no estaba segura de querer casarse. Insólito pero cierto.
Con un suspiro, se miró en el espejo móvil de cuerpo entero mientras su doncella revoloteaba a su alrededor como una mariposa que no lograra decidir dónde posarse, retocando el pelo castaño oscuro de Lali, ajustando la corona de flores de azahar que sostenía el velo de encaje, comentando entre risitas lo preciosa que estaba en el día más especial de todos.
Lali no podía negar que era un día especial, y precisamente por eso se le hacía raro sentirse de pronto tan llena de dudas. El compromiso y la boda eran la comidilla de todo Londres: cómo ella, la hija de un terrateniente sin título, había logrado pescar al soltero más codiciado —y con el título más interesante— de toda la nobleza. Chismorreaban sobre su romance como si ella hubiera hecho algo especial, pero por su vida que no recordaba haber hecho otra cosa que sonreír al duque y mantener con él conversaciones que, en general, parecían agradarle.
Se sentía atraída por Killingsworth, pero ¿qué sabía verdaderamente de él? Que se le daban muy bien las charadas, que era un excelente bailarín, y que le encantaba dar largos paseos. Ah, sí, y que era guapísimo. No es que pensara que una cara bonita fuera requisito indispensable en la elección de marido, pero sin duda no estaba de más que su prometido fuera agradable de mirar.
Tenía unos asombrosos ojos azules y, aunque rara vez brillaba en ellos la alegría, porque era decididamente un individuo serio, la hacían sentirse especial cuando la miraban con tanta intensidad que a menudo se sonrojaba bajo su escrutinio. Jamás revelaba lo que estaba pensando en momentos como aquél, como si lo avergonzaran sus propios pensamientos, y ella se preguntaba con frecuencia si estarían pensando lo mismo: cómo sería su primer beso de verdad.
Él era tan correcto, que nunca le besaba más que la mano enguantada, ni siquiera después de haber pedido aquella misma mano en matrimonio. Sin embargo, esa noche... bueno, esa noche muy posiblemente la besara bastante más, sin que ningún tejido se interpusiera entre los labios de él y su piel.
La idea de semejante intimidad la acaloró, y se preguntó si sería ése el motivo de su inquietud: ser consciente de que pronto mantendría un contacto embarazosamente íntimo con un hombre que le gustaba muchísimo pero al que no amaba. ¿El amor no debía ser absorbente?
Como es lógico, había pensado en su boda en todo momento de cada día durante los últimos seis meses, pero no había pensado en su prometido.
Había pensado en vestidos largos, en enaguas, en velos, en invitaciones y en su ajuar. Había estado tan ocupada con los detalles de la boda que apenas había dedicado un instante a los pormenores de su matrimonio o de su noche de bodas. Ahora que el momento que tanto había organizado por fin llegaba, le parecía demasiado pronto, sin que estuviera totalmente preparada para tan importante paso. La verdad era que se sentía aterrada
- Mariana, deja ya de fruncir tanto el cejo, se te va a caer el velo —la reprendió su madre, de pie a un lado, con las manos apoyadas en las amplias caderas que tan útiles le habían resultado para dar a luz a sus dos hijas, y los pies separados como los de un capitán de barco convencido de que no hay quien se atreva a desobedecerle—. Tu padre ha pagado una suma principesca por tu atuendo. El vestido y el velo se parecen mucho a los que llevaba la reina Victoria el día que contrajo matrimonio con su adorable Alberto.
La veneración de su madre por la reina resultaba a veces irritante. Como si Gran Bretaña nunca antes hubiera tenido una reina. Además, todos los maridos le parecían adorables menos el suyo.
—Todo está perfecto, mamá, y agradezco el gasto que papá ha hecho para que este día sea memorable. Lo que pasa es que... —se interrumpió, pero demasiado tarde.
—Suéltalo ya, niña.
Lali intentó respirar hondo, pero el corsé de ballenas le impedía hasta la más mínima inspiración. Soltó dos suspiros diminutos antes de confesar:
—Tengo dudas sobre la boda.
—Pero si has elegido unas flores y unos lazos preciosos —espetó su hermana, de diecisiete años, de pie junto a ella.
—Diana, no hablo de los detalles decorativos, sino de la boda en sí, del intercambio de votos, de convertirme en esposa.
Su madre saltó un bufido nada femenino, más propio de su origen ordinario que de su presente estatus social.
—Un poco tarde para eso, hija.
Lali había esperado un consejo algo más instructivo. Después de todo, su madre tenía mucha más experiencia con los hombres, el matrimonio y... los deberes conyugales.
—Mamá, he estado tan ocupada preparando la boda que no he tenido tiempo de prepararme para el matrimonio. No estoy segura de amar a ese hombre. —Esa confesión sonaba horrible, de modo que la corrigió inmediatamente—. O al menos no tanto como debería.
Apartando a la doncella, su madre se acercó y empezó a estirarle el vestido aquí y allá como si creyera que ahuecándoselo un poco podría corregir también las arrugas de preocupación del rostro de su hija.
—El amor está muy sobre valorado —dijo al fin—. Lo mejor que una mujer puede esperar de un hombre es que sea bueno, generoso con las asignaciones para gastos, y que acabe deprisa con sus obligaciones maritales en la cama.
Por el espejo, Lali vio cómo Diana se quedaba boquiabierta ante la inesperada vulgaridad de su madre. Al igual que su hermana, Lali sabía que no se habla de lo que sucede entre un hombre y una mujer bajo las sábanas, al menos no tan alto como para que alguien pueda oírlo.
Lali cerró inmediatamente la boca, luego se humedeció los labios y se atrevió a decir lo que ella y sus amigas solían comentar:
—Creía que el acto del matrimonio duraba toda la noche.
—Cielo santo, no. Si la dama tiene suerte, su marido habrá terminado en menos de diez minutos.
—¿Y si no la tiene?
—Entonces se convierte en una cuestión de aguante. De todas formas, tu duque parece un hombre de lo más viril. Estoy segura de que no le costará acabar pronto con el asunto, de modo que no veo razón alguna para preocuparse por adelantado. —Su madre empezó luego a abanicarse la cara con las manos, como si de pronto se hubiera acalorado y necesitara refrescarse—. Ay, no debería hablar de asuntos tan personales.
—Claro que sí —dijo Lali, volviéndose para mirar a su madre—. No estoy segura de lo que debo esperar. Tengo una vaga idea, pero no sé con exactitud qué es lo que sucede entre un hombre y una mujer cuando ya están casados y se apagan las luces.
La mujer empezó a abanicarse con mayor energía.
—Es algo demasiado íntimo como para hablar de ello.
—Estupendo. Ahora estoy aterrada ante la perspectiva de experimentar algo de lo que ni siquiera una madre puede hablar a su hija.
La mujer dejó de mover las manos y frunció el cejo mientras estudiaba a su primogénita durante lo que pareció una eternidad. Por fin, le acarició la mejilla. Su sonrisa era casi triste.
—No tardarás en saber de qué se trata, pero te aseguro que no hay motivo para asustarse. El acto no es más que un impedimento para que te duermas tan pronto como quisieras.
—¿Duele?
—Sólo un poco y sólo la primera vez, o la primera y la segunda, hasta que el cuerpo de la mujer aprende a alojar al del hombre.
—Quizá debería haber una escuela para esas cosas —intervino de pronto Diana.
—Diana... —suspiró la madre.
—La verdad, mamá, si el cuerpo debe «aprender», lo mejor es una escuela, ¿no? ¿Y si el cuerpo de una mujer no aprende a alojar el del hombre? ¿Y qué es lo que hay que alojar?
Lali se esforzó por no reírse de la provocación de su hermana, mientras las mejillas de su madre se encendían.
—No me siento nada cómoda hablando de este tema. Después de todo, yo lo hago con vuestro padre, y es un asunto muy íntimo. Estoy convencida de que el duque lo convertirá en algo de lo más placentero.
—Pero ¿me ama? —preguntó Lali, volviendo al lado serio de sus preocupaciones.
—Estoy segura de que te tiene mucho cariño.
—Pero el cariño no es amor.
—Intenta tener amor sin cariño, hija. Descubrirás que no funciona.

2 comentarios:

  1. Siii es con Lali..Natali me tuviste con la intriga...no te preocupes Lali por tu noche de bodas jajaja
    Muy bueno el capitulo
    Besitos
    Marines

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