lunes, 17 de junio de 2013

Capitulo 46

Hola bombonasas como andadn yo mal... anyway espero que les guste Los cap y nada que comente hoy la terminamos besos


—Milord, debo pedirle que se vaya.
Peter ni siquiera miró al médico al que habían llamado. Sentado en una silla que había acercado a la cama, no apartaba la vista de Peter, mientras le sujetaba una mano entre las suyas. ¿Por qué no había despertado?
Corrió a la escalera en cuanto oyó el eco de su grito, y la había visto rodar, pero no había podido evitar que cayera. Lo único que había podido hacer había sido cogerla en brazos con mucho cuidado y llevarla a su dormitorio.
—No pienso apartarme de su lado —replicó.
—Peter... —empezó a decir la madre de Peter.
El se volvió y le lanzó una mirada furiosa.
—No pienso apartarme de su lado —repitió. Lo dijo con tanta vehemencia que no cupo la menor duda de que hablaba completamente en serio. La madre de Peter y el médico se miraron; el hombre suspiró.
—Muy bien.
Peter volvió a mirar a Peter al tiempo que le trazaba círculos con el pulgar en el dorso de la mano. Ella no reaccionaba en absoluto; ni un suspiro, ni un murmullo, ni un susurro. Nada. Yacía allí, fría al tacto e increíblemente pálida.
Oyó a lady Elizabeth acercarse a la ventana. El médico carraspeó.
—Insisto, milord, podría examinarla mucho mejor si me hiciera el favor de retirarse. Todos queremos lo mejor para ella, ¿no es así?
Si así fuera, Peter ya estaría en Texas. ¿Por qué no se había limitado a comprarle el pasaje y dejarla marchar? ¿Por qué había insistido en que se quedara con él si eso no era lo que ella quería? ¿Por qué había sido tan egoísta? No era distinto de su padre: le preocupaban sus propias necesidades y el resto le daba exactamente igual. Todas aquellas preguntas y dudas incesantes no servían más que para atormentarlo y frustrarlo más.
Asintió al ruego del médico, se puso de pie, se dirigió a la ventana y apoyó el hombro en la pared. Con las cortinas corridas, la madre de Peter contemplaba la noche. No lo miró, sino que siguió con la vista en el jardín.
—Se pondrá bien —dijo Peter, sintiendo la necesidad de consolarla tanto como necesitaba que lo consolaran a él. Pero sin Peter, no encontraba consuelo. Ella era la única que podía verle el alma, que podía pasar por alto la oscuridad en favor de la luz.
—Eso no puedes saberlo —respondió lady Elizabeth.
No, no lo sabía, pero no perdía la esperanza. Cielo santo, al menos podía desearlo. Si pudiera encontrar una estrella fugaz...
Sabía dónde podía encontrarlas, conocía el lugar donde una mujer podía pedir deseos toda la noche.
—Voy a llevarme a Peter a Texas. —La mujer lo miró entonces, pero antes de que pudiera abrir la boca, Peter añadió: —Tanto sí despierta como si no, me la llevo a Texas.
Su voz sonaba firme y autoritaria después de tantos años de dar órdenes, tantos años de que se le obedeciera sin cuestionarlo, tantos años de ser aquel al que todos se volvían en busca de respuestas, al que aún seguían volviéndose. Los ojos de lady Elizabeth se inundaron de lágrimas.
—Hice lo que pensé que era mejor para ella.
Peter asintió con la cabeza, compasivo, comprensivo.
—Lo sé, pero ahora soy yo el que debe hacerlo.
Se volvió al ver que el médico se acercaba.
—Sin duda ha recibido un fuerte golpe en la cabeza.
¿Y para hacer ese diagnóstico lo había hecho apartarse de la cama?
—¿Qué significa eso exactamente? —preguntó Peter.
—Significa que debemos esperar...
—¿Esperar a qué? —insistió, impaciente.
—A ver si se despierta. Podría suceder en cualquier momento. O quizá no suceder jamás. Es imposible saberlo. Y, en caso de que despierte, bueno, con toda sinceridad, no puedo saber el tipo de lesiones que ha sufrido hasta que eso suceda.
—Debe de haber algo que se pueda hacer —intervino lady Elizabeth.
—Lamentablemente, me temo que no. La buena noticia es que no hay ninguna rotura o daño aparente. Sugiero que alguien la vigile y me avise en cuanto se produzca algún cambio.
La mujer se limpió las lágrimas de las mejillas.
—Haremos lo que haga falta.
—Yo empezaría por pedirle a la doncella que la desnude y le ponga un camisón, para que esté más cómoda —sugirió el médico.
—Me encargaré de que así sea —respondió la madre.
—Pasaré por la mañana, para ver cómo está.
Ella asintió con la cabeza.
—Gracias, doctor. —Se dirigió a Peter: —No es necesario que te quedes. Pediré que te avisen cuando despierte.
El negó con la cabeza.
—No me está escuchando. He dicho que no voy a moverme de su lado.
Y no lo hizo. Por el bien del decoro, se puso de espaldas a la cama, mirando fijamente por la ventana, en busca de aquella estrella escurridiza, mientras la doncella de Peter la desnudaba y le ponía el camisón. Cuando hubo terminado y Peter por fin se dio la vuelta, Peter estaba tapada con la ropa de cama y tenía las manos en el regazo. Lo recorrió un escalofrío.
No podía perderla. Lady Elizabeth no había salido de la habitación, la velaba a los pies del lecho, con los brazos cruzados, como protegiendo a su hija de la llegada del ángel de la muerte. Peter se resignó a compartir la habitación con ella. Se sentó en la silla que había junto a la cama, cogiendo una mano de Peter entre las suyas.
—No sé si puedes oírme, querida —le dijo en voz baja—, pero te mentí. Aquella primera noche, cuando estábamos tumbados junto al río y te dije que en mis cartas te hablaba de ganado... no era cierto, y me acuerdo hasta de la última palabra que escribí.


1 comentario:

  1. Hay mas divino Peter...hermoso
    Dale Lali despertate Peter te ama <3
    Besitos
    Marines

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