viernes, 14 de junio de 2013

Capitulo 44



Cuando Lali llegó a casa, todo era caos y locura. Tras despedirse de Peter con la promesa del primer baile y después de que los criados le subieran sus baúles, fue en busca de su madre y la encontró en el salón, supervisando los arreglos florales.
Rosas amarillas. Muchísimas rosas amarillas.
Lali le dio a la mujer un fuerte abrazo.
—¿Cómo se te ha ocurrido elegir rosas amarillas?
—Peter se encargó de pedirlas antes de que os fuerais a la finca.
Ella la miró.
—¿Todas éstas?
Su madre asintió con la cabeza.
—Pensó que podrías necesitar un poco de Texas a tu regreso. ¿Cómo ha sido tu estancia allí?
—Confusa. —Lali se acercó a una mesa, cogió de un jarrón una rosa de tallo largo y aspiró su delicado aroma. —Cuando Ravenleigh te pidió que dejaras Texas, ¿nunca dudaste de que estuvieras tomando la decisión correcta?
—Claro que tuve dudas.
La joven la miró de frente.
—Cuando se te presenta una encrucijada de caminos, ¿cómo sabes cuál de ellos conduce a la felicidad?
—No lo sabes. Te limitas a tomar la decisión que crees más acertada y a esperar que todo salga bien. A veces te equivocas y entonces debes vivir con ello.
Lali asintió con la cabeza y volvió a oler la rosa.
—Mientras estábamos fuera, he tenido ocasión de conocer mejor a Peter. Y también de conocerme mejor a mí misma.
—¿Y a qué conclusiones has llegado?
—Aún no lo sé.

Al abrigo de la sombra nocturna de un árbol gigante, donde no llegaba el resplandor de la luz de gas, Peter deseó tener entre los labios una botella de whisky en lugar de un puro sin encender. Maldijo a Lali por predecir con tanta exactitud que se enfrentaría a un momento como aquél, un momento para el que precisaría hacer acopio de todo su valor.
Peter había llegado en un carruaje, uno de los cientos que recorrían el camino empedrado y se detenían delante de la casa de Ravenleigh antes de empezar a deambular en busca de un lugar donde estacionarse. La procesión era incesante.
Observó a los invitados, ataviados con sus mejores galas, descender de los coches y carruajes. Oyó sus risas relajadas. Vio que ninguno dudaba en subir los magníficos escalones y pasar las puertas hacia lo que, para él, sin duda sería un infierno.
El aire le trajo los primeros acordes de la música que empezaba a sonar, y supo que no podía posponer lo inevitable mucho más.
Se apartó el cigarro de la boca, lo sostuvo a la luz y se lo quedó mirando. Estaba todo mordisqueado, ya no podía volver a guardarlo en el bolsillo de la chaqueta. Lamentando la pérdida de un puro caro, lo tiró entre los arbustos que tenía a su espalda.
Pensó en la primera vez que se había enfrentado a una estampida, en cómo había temblado al no saber qué hacer. Al final, se había dejado guiar por su instinto, y supuso que debía hacer lo mismo en aquel baile.
Respiró todo lo hondo que pudo, que, teniendo en cuenta lo justa que le quedaba la ropa, no era mucho. Lali estaba al otro lado de aquellas puertas. Haría aquello tanto por ella como por sí mismo.
La última vez que había asistido a un baile, se había comportado como un vaquero. Esa vez, tenía intenciones de conducirse como el noble que era.

Lali empezaba a pensar que él no iba a ir, y lo cierto era que no se lo reprochaba. Sabía lo que era asistir a un baile en el que uno se convertía en blanco de todos los chismorreos, y por mucho que Peter hubiera hecho algo aquella tarde para arreglar las cosas con Whithaven, nadie le aseguraba que los demás supieran de sus disculpas.
Ella estaba de pie junto a su madre y su padrastro, al pie de los magníficos escalones que conducían al resplandeciente salón de baile. Este estaba atestado. Hacía un rato que no llegaba nadie, ni nadie bajaba la escalera de acceso al salón.
—Bueno, supongo que ya podemos empezar a alternar con los invitados —dijo su madre.
—Sé que Peter va a venir —objetó Lali. —Estoy segura de que cuando llegue nos encontrará. De pronto, se hizo el silencio, cesó la música y todos empezaron a volverse. Lali miró hacia la escalera y allí estaba él, de pie en lo alto, orgulloso, seguro, regio. Su mirada no vacilaba. Dejó pasar el tiempo suficiente para que todos fueran conscientes de su presencia y entonces empezó a descender los peldaños.
Cuando llegó al final, saludó al padrastro de Lali con una inclinación de cabeza y después le cogió la mano a su madre y depositó un beso en el dorso enguantado.
—Agradezco que me reciba en su casa.
—Estoy segura de que no lo lamentaré.
—Si así fuera, yo mismo le facilitaré la fusta —dijo con una sonrisa de medio lado.
Se acercó a Lali y le besó también la mano.
—Peter, si llego a saber que tenías previsto quedarte ahí solo...
—Aún no he terminado, querida —la interrumpió él con un guiño. —Resérvame un baile.
Nadie se había movido aún, pero Lali ya había oído el primer indicio de murmullo cuando Peter se alejó de ella. La gente se apartaba en silencio mientras él avanzaba entre la multitud, directo al más alto y desgarbado de los lores allí presentes. En cierto modo, Lali esperaba que Whithaven diera media vuelta y saliera corriendo. Pero no lo hizo. Para su sorpresa, no se movió, aunque se lo veía algo nervioso, y, en aquel instante, le pareció que lo respetaba un poco más. Aquellos hombres vivían una vida mucho menos dura que los que ella había conocido en Texas, y a menudo era fácil olvidar que tenían nervios de acero. Incluso le pareció detectar cierta admiración por el conde en el gesto de Peter cuando se detuvo delante de él. El pobre hombre tenía aún la nariz algo hinchada, y el moratón que le rodeaba los ojos se había vuelto de un amarillo horrible.

1 comentario:

  1. Hay flores amarillas lindo <3
    Muy lindo el caapitulo :)
    Besitos
    Marines

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