Mí querida Lali:
Hoy he creído
morir al ver alejarse la carreta en la que te ibas. Sé que no me has visto, de
pie, cerca de tu casa, vigilando, pero allí estaba. Temía que, si tu madre me
veía, se enfadara contigo. He pensado que tu partida ya era lo bastante dura
sin eso, así que te he observado en secreto. Sé que llevabas la cinta del pelo
que te regalé. Algún día te compraré otra, una más elegante. Cielos, ya te echo
tanto de menos que no sé cómo llegaré a mañana. Pero si no lo consigo, nunca
volveré a verte, así que supongo que encontraré un modo.
Tuyo, siempre,
Peter.
Alargó la mano
y le apartó de la cara algunos mechones.
Mí querida Lali:
Siento un
dolor en el corazón que creo que no desaparecerá hasta que volvamos a estar
juntos. Los días se me hacen eternos y las noches mucho más. Aunque pensar en
ti me hace sonreír, también me duele. No entiendo por qué me duele si me gusta
pensar en ti. Hoy he estado tumbado junto al arroyo, solo. He visto una
estrella fugaz en el cielo. Si creyera en los deseos, le habría pedido que
volvieras conmigo. Sé que eso no ocurrirá, así que no tiene sentido desearlo.
Pero yo iré a buscarte, como te prometí. No hace falta que lo desees, porque
sucederá de todas formas.
Tuyo, siempre,
Peter.
No miró cuando
la madre de Peter se sentó en la silla que había frente a él, al otro lado de
la cama.
—Lloró
toda la noche durante el viaje hasta aquí —dijo en voz baja. —También lo
hicieron Rocio y Candela. El desarraigo fue muy duro para ellas, pero conocía a
mis hijas lo suficiente como para saber que se adaptarían. Los niños son muy
flexibles en ese sentido. Como madre, una hace siempre lo que cree que es mejor
para ellos.
—Nunca le he
reprochado que la trajera aquí.
—Si te empeñas
en quedarte en esta habitación mientras se recupera, os tendréis que casar.
Peter sabía que
la mujer estaba haciendo de nuevo lo que creía mejor para su hija, incluso
insinuándole que aprobaría su matrimonio.
—Me quedo
—respondió él.
Ella se
levantó.
—Le haré saber
a mi marido que vas a pedir su mano...
—No voy a
casarme con ella. —Le pareció que la mujer estaba a punto de buscar una pistola
con la que matarlo. —Es Peter quien debe decidir con quién quiere casarse, no
usted, ni yo —añadió.
—¿Cuánto
piensas quedarte aquí?
—Hasta que
despierte.
Mí querida Lali:
Hoy he
comprado unas tierras. Eso me acerca un poco más a ti. Ahora sólo me falta el
ganado y los edificios y unos buenos vaqueros. Calculo que dentro de un año,
quizá dos, podré ir a buscarte. Mi mayor temor es que te canses de esperar. Que
te hayas casado. No sé por qué sigo escribiendo, por qué sigo pensando en ti. A
veces no me parece que hayan pasado tantos años. Otras me da la impresión de
que hace una eternidad que te fuiste. Pero tú sigues siendo la dueña de mi
corazón...
Lali oyó
aquella voz quebrada. Era como si hubiera estado con ella siempre, con diversa
intensidad. Había querido responderle, pedirle que no dejara de pronunciar
aquellas hermosas palabras, pero aunque no lo hiciera, la voz continuaba.
Siempre estaba allí cuando despertaba, y también cuando volvía a quedarse dormida.
Apenas distinguía una cosa de la otra, porque nunca abría los ojos. Estaba
cansadísima y la cabeza le dolía una barbaridad.
Trató de
obligarse a abrir los ojos, intentó hablar. «No pares. No pares. Mientras sigas
hablando, tendré algo a lo que aferrarme...»
—No le harás
ningún favor si enfermas tú. Tienes un aspecto terrible y suenas igual de mal.
Peter se frotó
la cara sin afeitar y miró a Eugenia. Ella, las hermanas de Lali, su madre y su
padrastro se habían turnado para pasar un par de horas en la habitación. Pero
él no había salido aún de allí, salvo unos instantes para comer algo o
refrescarse la cara con agua tría. Estaba afónico, pero temía que si el
silencio inundaba aquella estancia, Peter se dejaría llevar por el sueño.
Se levantó y
se acercó a la ventana. Ya era de noche otra vez. Ni siquiera se había dado
cuenta de que anochecía. ¿Aquélla era la segunda o la tercera?
—Quizá
deberías irte a casa un rato —le propuso Eugenia.
—No.
—Entonces, al
menos acuéstate un poco. Ravenleigh tiene dormitorios para visitas...
—No.
—Vaya, eres
aún más tozudo que Nicolas —replicó ella.
—Esta noche no
hay niebla —dijo mirando la calle,
—¿Eso es
importante?
—Se verán
mejor las estrellas.
—¿Y?
Se volvió
sobre sus talones.
—Necesito
llevármela al río.
—Tía Elizabeth
no permitirá que...
—No se lo
diremos. —Cruzó la estancia, se arrodilló delante de Eugenia y le cogió las
manos. Notaba que estaba a punto de derrumbarse, que estaba tan cansado que
apenas podía contener las lágrimas. —Es importante para Lali.
—Peter, Lali
no es consciente...
—Eso no lo
sabes. Ayúdame a taparla bien y a meterla en el coche. Puedes venir con
nosotros si quieres. Ser nuestra carabina una vez más.
—Como si
alguna vez hubiera servido de algo mi vigilancia. No creas que no sé lo que
ocurrió en tu finca...
—La amo, Eugenia.
Siempre la he querido. Moriré de pena cuando se vaya a Texas. Pero la ayudaré a
marcharse. Aunque primero tiene que despertar. Confía en mí, la conozco bien.
Awwww lloro....es tan lindo <3
ResponderEliminarDale Lali despierta te espera tu amado <3
Besitos
Marines