—Tía Elizabeth
me va a matar.
—Primero me
matará a mí.
—Si esto no
funciona, Juan Pedro Lanzani, tienes que prometerme que te irás a casa y
descansarás antes de que te dé un síncope.
El miró a Lali,
tan tranquila, tan quieta y luego negó con la cabeza.
—No puedo
prometerte eso.
—Eres un
hombre de lo más testarudo. —Pero a la vez que lo reprendía, se puso de pie y
lo ayudó a envolver a Lali en una manta.
Cuando ya la
tuvo arropada en sus brazos, Eugenia bajó la escalera delante de él, buscó al
mayordomo y pidió que trajeran el coche a la puerta.
Peter se sabía
un hombre desesperado, pero no se le ocurría otra cosa que hacer.
Eugenia había
decidido quedarse en el coche mientras él sacaba a Lali del mismo. Apretándola
contra su cuerpo, se dirigió al río, se detuvo junto a un árbol cercano y, con
tanto cuidado como pudo, se sentó en el suelo, apoyándose en el tronco.
Estrechó a Lali
entre sus brazos. Parecía tan frágil... Habían pasado ya tres o cuatro días. No
llevaba la cuenta.
—Esto no es
Texas, querida, pero tenemos el río y hay estrellas en el cielo. Sabes que me
preocupaba ser como mi padre, pero tú me has hecho darme cuenta de que no lo
soy, porque él no sería capaz de amar a alguien tanto como yo te amo a ti.
—Levantó la vista al cielo, inmenso y oscuro.... —Mira, Lali, una estrella. Una
estrella fugaz. Le pido con toda mi alma que despiertes.
—Tú no crees
en los deseos.
Le dio un
vuelco el corazón y miró a la mujer que tenía entre sus brazos, en la penumbra.
—¿Lali?
—Hola, Peter.
—Hola, querida
—contestó él, riendo y notando que los ojos se le llenaban de lágrimas.
Había muchas
cosas que Lali no recordaba. No recordaba haberse caído, ni haberse golpeado la
cabeza. No recordaba ningún dolor.
Lo que sí
recordaba era aquella voz ronca, constante, sus palabras, y el amor que emanaba
de ellas. Sobre todo, recordaba el amor.
Por eso, una
semana después de su despertar, la sorprendió encontrarse con un pasaje en la
mano para un vapor que la llevaría hasta Nueva York, desde donde embarcaría en
otro que la trasladaría a Galveston.
—Ya me has
enseñado todo lo que necesito saber —dijo Peter, sentado frente a ella, con un
aspecto extraordinariamente formal, la chistera posada en el muslo. —No veo
razón para que te quedes aquí hasta el final de la Temporada. El médico dice
que estás lo bastante fuerte para viajar.
—Le dijiste a Eugenia
que te morirías de pena cuando me fuera.
Se la quedó
mirando.
—¿Lo oíste?
—Oí muchas
cosas. Le dijiste que me amabas. Dímelo a mí.
Para su
sorpresa, él se levantó, se arrodilló delante de ella y le cogió la mano.
—Te amo, querida.
Siempre te he amado y siempre te amaré. Sólo puedo ofrecerte un poquito de
Texas, pero puedo darte mi corazón entero. Te pediría que te casaras conmigo si
creyera que eso es lo que quieres...
—Es lo que
quiero.
—¿Estás
segura?
—Ya estaba
segura antes de rodar por la escalera, sólo que no tuve ocasión de decírtelo.
Te quiero, Juan Pedro Lanzani —le dijo, sujetando aquel rostro tan amado. —Te
he querido siempre.
De pronto,
ella estaba en sus brazos, que la apretaban con fuerza, y los labios de Peter
la besaban apasionadamente. Entonces supo que él era lo único de Texas que
necesitaría jamás.
No no que lindos...hermosos <3
ResponderEliminarDivinisisimo
Besitos
Marines