Nicolas y Eugenia se
acercaron, mientras los sirvientes y las doncellas que viajaban en el tercer
coche se dirigían a la mansión, donde Peter supuso que empezarían a atender de
inmediato las necesidades de sus señores.
—La anterior
lady Sachse dio una fiesta aquí el año pasado —los informó Eugenia. —Siempre
encontraba el modo de conseguir que sus huéspedes se relajaran y se sintieran a
gusto.
—Todos menos
tú, cariño —replicó Nicolas. —Sólo hasta que se dio cuenta de que no podía
conquistarte.
Peter dio una
palmada y se frotó las manos. El cielo plomizo había empezado a oscurecerse con
el anochecer.
—Vamos a
instalarnos.
Sabía que no
les supondría un gran esfuerzo, puesto que varios lacayos habían metido ya los
baúles y las bolsas en la casa.
—Nunca he
tenido huéspedes aquí y soy algo novato en esto —comentó, sin contar como
huésped a la anterior lady Sachse, que en realidad había vivido allí—, así que
haced como si estuvierais en vuestra casa.
—Estaremos
estupendamente, Peter —le aseguró Eugenia. —No te molestes en impresionarnos
con formalidades.
—No me hagas
adquirir malos hábitos de los que después tenga que deshacerme —le pidió él. —Prefiero
aprender a hacerlo bien.
—Lo mejor es
que te cases con alguien que se encargue de todo por ti —le soltó Nicolas, con
el consiguiente manotazo de Eugenia en el brazo. —¿Qué? Sólo he dicho la verdad
—se defendió él. —Los asuntos domésticos son dominio de la esposa.
—Pero no son
la razón del matrimonio. Uno se casa por amor.
—Olvida, lo
que he dicho —rectificó Nicolas mirando a Peter.
Subieron los escalones de
piedra. Un lacayo abrió la puerta. Entraron las damas y Peter y Nicolas las
siguieron.
El mayordomo,
estirado y serio, esperaba instrucciones.
—Bienvenido a
casa, milord.
—Gracias,
Smythe. —Peter había avisado de que traía compañía.
—He ordenado
que les preparen habitaciones a los duques y a la señorita Fairfield en el ala
que ocupó en su día la antigua condesa. Creo que encontrarán el alojamiento muy
satisfactorio.
—Gracias. En
cuanto a la cena...
—Se servirá a
las siete, como de costumbre. Les sugiero que se reúnan en la biblioteca, donde
me he tomado la libertad de surtir las vitrinas de su mejor oporto, coñac y
whisky.
Peter se
volvió hacia sus huéspedes.
—Parece que
alguien se ha ocupado de todo.
—No hay nada
más valioso que un servicio competente —señaló Eugenia. —Estoy deseando
refrescarme. Os vemos en la biblioteca dentro de una hora, ¿de acuerdo?
—De acuerdo.
Eugenia cogió
a su prima del brazo.
—Vamos, Lali.
No sé tú, pero yo estoy deseando quitarme la ropa de viaje.
—Las
acompañaré a sus habitaciones, señora —dijo Smythe.
Mientras las
damas subían la escalera, Nicolas se rezagó con Peter.
—¿No quieres
cambiarte de ropa? —le preguntó este último al duque.
—Sí, pero
primero quería advertirte que Eugenia se está tomando muy en serio su
responsabilidad de carabina, pero como alguien que en su momento supo eludir a
las carabinas, me compadezco de ti, y haré todo lo posible por distraerla
cuando empiece a anochecer.
—Te lo
agradezco. —Peter sonrió.
—Es lo mínimo
que puedo hacer. Reconozco a un hombre enamorado en cuanto lo veo. Yo estuve a
punto de perder a la mujer de mi vida, y sé cómo te sientes. —Le sostuvo la
mirada. —Además, no hemos tenido ocasión de hablar en privado desde el
desafortunado incidente con Whithaven...
—Siento mucho
lo ocurrido —lo interrumpió Peter.
—Whithaven es
un imbécil pretencioso y arrogante. —Ese comentario desconcertó a Peter. —Disfruté
viéndote sacudirle como él me sacudió a mí.
—¿Te pegó?
—Me dio una
buena paliza. Sólo quería que supieras que, aunque el momento y el lugar no
fueron de lo más acertado, entiendo que el puñetazo probablemente fue merecido.
Peter negó con
la cabeza.
—No, yo creo
que las tres cosas fueron desafortunadas.
—Como quieras.
—Nicolas echó un vistazo al vestíbulo. —Interesante colección de arte.
—He pensado en
vestir a algunas de esas estatuas —confesó Peter.
—Yo en tu
lugar las dejaría como están. Hay algo muy provocativo en esos desnudos.
—No estoy
acostumbrado a tanta desnudez.
—Es arte,
amigo mío. Y las damas suelen apreciarlo.
El arte es el arte jajaja
ResponderEliminarHay hermosos en su charla
Muy bueno elcapitulo :)
Besitos
Marines