viernes, 7 de junio de 2013

Capitulo 30

Bueno Lokillas hasta aqui la dejamos si les gusta COMENTEN porque mañana sigo maraton pero ustedes deben de decirme cuantos cap, Aparte quiero 10 comentarios si son anonimos pongan su nombre... besos nos estamos leyendo!




Estaba tan furioso que no podía estarlo más. Furioso consigo mismo por perder el control, con Whithaven por atreverse a retarlo, con Lali por interesarse por otro hombre, aunque ese interés ya no existiera.
Furioso por haber salido de allí como un huracán. Furioso con Lali por no seguirlo; no se lo había pedido, pero, esperaba que lo hiciera. Furioso por ser civilizado sólo en apariencia y dejar que una superficie lustrosa ocultara su madera podrida. Deseó que nunca hubieran ido a Texas a buscarlo, que la sangre de su padre no corriera por sus venas. Estaba furioso sobre todo por eso. Por no poder ser el hombre en el que se había convertido. Se sentó en una pesada silla de brocado de la salita de su dormitorio, con el fuego encendido, porque no conseguía acostumbrarse al fresco de las noches ni al frío de la casa. Ni siquiera el whisky que estaba bebiendo directamente de la botella lo hacía entrar en calor.
Oyó que la puerta se abría y se volvía a cerrar. Maldito asistente. Aquel hombre debía de creerse a cargo de algo j más que de la ropa de Peter.
—¿No te he dicho que podías acostarte, que esta noche ya me desnudo yo solo?
—No recuerdo que me lo hayas dicho.
Lali.
El se levantó tan de prisa de la silla y se volvió tan rápido, que la cabeza empezó a darle vueltas, y por un momento creyó que iba a vomitar el whisky que se había bebido.
Allí de pie, en la entrada de la habitación estaba día, con un vestido sencillo, sin un solo volante, cinta o lazo. Algo que podía haberse puesto sin ayuda, como el de la primera noche, cuando habían bajado juntos al río. Llevaba el pelo recogido en un moño, y Peter se maldijo por desear vérselo suelto, desparramado sobre los hombros, cayéndole por la espalda. En lo tocante a ella, no sabía si sería capaz de contenerse mucho.
No logró quitarle los ojos de encima mientras recorría la escasa distancia que los separaba, rodeando una mesa pequeña hasta situarse a su lado, donde nada se interponía entre ellos salvo sus recuerdos.
Sus ojos reflejaban una tristeza que lo hizo querer abrazarla y consolarla, asegurarle que todo iba a salir bien. Pero nunca había sido de los que hacen promesas que no pueden cumplir.
—He venido a saldar la deuda que tengo contigo —dijo Lali en voz baja.
El estómago se le encogió de tal forma que casi se cayó de rodillas. Aquellas palabras eran lo último que esperaba escuchar.
—Y, una vez saldada mi deuda, quiero que me liberes del trato que hemos hecho.
No podía reprocharle esa petición. Sin duda su comportamiento de esa noche la había avergonzado. Asintió con la cabeza.
—De acuerdo.
—¿Recuerdas las condiciones de la deuda, Peter? ¿La parte que te atañe?
El tragó saliva.
—Mirar pero no tocar.
—Quiero que me prometas que lo cumplirás.
¿Que se lo prometiera? ¿Que no iba a tocar lo que tanto anhelaba tener? ¿Que iba a alejarse de lo que ansiaba reclamar? ¿Sabía lo que le estaba pidiendo y lo que le costaría cumplido?
Le temblaban ya tanto las manos que pensó que no le responderían en toda la noche.
—No te tocaré, pero tendrás que desabrocharte tú.
Ella asintió enérgicamente con la cabeza.
—Y con esa pequeña variación de nuestro acuerdo, ¿considerarás completamente saldada la deuda?
Peter movió la cabeza afirmativamente y retrocedió un paso.
—Págame, Lali.
Que le pagara para poder librarla de ambos tratos. Que le pagara y él le compraría el pasaje de vuelta a Texas al día siguiente. Que le pagara y no tendría que pasar ni un solo minuto más con aquel salvaje que no sabía comportarse debidamente en un salón de baile, que había actuado como si estuviera en la taberna de un pueblo de Texas. No la merecía. Nunca la había merecido. Quería que se marchara lo más lejos que sus piernas pudieran llevarla.
Ella miró al suelo, se humedeció los labios, respiró hondo...
Y se quedó allí, de píe, inmóvil.
—No consideraré saldada la deuda hasta que te desabroches los botones —dijo él.
—¿Cuántos?
—Todos hasta la cintura.
Le pareció verla estremecerse, notó que las mejillas se le ponían como las fresas en verano, pensó en dar la deuda por saldada en aquel mismo instante, pero cuando ésta ya no se interpusiera entre los dos, no les quedaría nada.
—Vamos...
—¡No me metas prisa! Nunca he hecho nada así.
Sabía que estaba mal que aquella chispa de furia lo complaciera tanto. Pero así era. Lali sabía hacerle frente, replicarle. Merecía a un hombre que le diera lo mejor, y ése no era él.
—¿Nunca te has desabrochado el corpiño? —inquirió.
—Delante de un hombre, no.
—Es lo mismo.
—No es lo mismo. Claro que no. ¿Cómo te sentirías tú si yo insistiera en que te desabrocharas los pantalones?
No pudo evitar que una sonrisa lenta le iluminara el rostro.
—No tendría inconveniente en complacerte, si eso te hiciera sentir más cómoda.
—Siempre me estás corrompiendo, Peter —le dijo ella con una sonrisa ladeada.
—Como sigas mofándote de mí, voy a tener que desabrochártelo yo.
—No me metas prisa, te digo.
—¿Que no te meta prisa? Cielo santo, mujer, ¡si llevo diez años esperando! ¡Hazlo ya!
Antes de que perdiera la poca paciencia que le quedaba. La impaciencia lo abandonó en cuanto ella subió las manos hasta el primer botón, justo debajo de la garganta, y vio lo mucho que le temblaba, casi tanto como a él si tuviera que hacer lo mismo.



2 comentarios:

  1. Que no no no por que me dejas así...Dios necesito saber si se atreverá o si se ira...Nooo Lali no te vallas Lo prohibo jajaja Natali me dejaste con mucha intriga
    Besitos
    Marines

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    1. Upss súper la maratón estuve GENIAL <3
      Marines

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