—Creo que sí.
Lali salió
arrastrándose de la cama, dio unos pasos hacia la ventana y se asomó.
—Oh, Peter, el
cielo está tan despejado que las estrellas parecen diamantes vertidos sobre
terciopelo. ¡Mira, otra! ¿Por qué hay tantas aquí?
Él se situó
detrás de ella.
—No sé si hay
más o es que, como el cielo está tan oscuro, son más fáciles de ver.
Le levantó la
melena, se la descolgó por los hombros para que le cubriera el pecho y el
estómago y le dejara la espalda al descubierto. Luego le besó la nuca. Lali
suspiró, e iba a volverse cuando él la detuvo, poniéndole las manos en los
hombros.
—No, sigue
mirando las estrellas.
—¿Qué vas a
hacer?
—Tú sigue
mirando las estrellas.
—Pero quiero
tocart...
—Chis. Puede
que nunca volvamos a tener un momento así.
Cuando Peter
volvió a posar su boca abierta, cálida, en su cuello y la rodeó con los brazos
para acariciarle el pecho, ella dejó de quejarse. Se le daba muy bien
convencerla de que hicieran las cosas a su manera.
Lali echó la
cabeza hacia atrás.
—Mantén los ojos
abiertos —dijo él.
—Sí... mira...
allí hay una.
Le recorrió la
columna con la boca, abriéndose camino arriba y abajo, hasta los hombros, de
nuevo a la columna, cada movimiento de su lengua, cada mordisquito de sus
dientes la hacía estremecer. Sus manos se paseaban provocadoras por sus pechos,
su estómago. Ella seguía allí de pie, aceptando estoicamente la tortura a la
que la sometía, gimiendo, retorciéndose, deseando volverse para poder aplicarle
a él la suya.
También Lali
podía hacerlo. Acariciarle las piernas despacio, besarle las pantorrillas, los
muslos, las nalgas. Pasear las manos por su pecho, jugar con sus pezones,
descender hasta...
Los dedos de Peter
orquestaban una magia deliciosamente maravillosa y perversa.
—Estás muy
húmeda y muy caliente —le dijo con voz áspera. —Muy preparada. No cierres los
ojos.
Ella soltó un
gemido diminuto que esperó que él entendiera como señal de aceptación. Al
sentir su empuje, Lali se agarró a los bordes de la ventana, aunque habría
preferido volverse y agarrarse a él. Abrazarlo con fuerza, con la misma fuerza
con que Peter la abrazaba en aquel instante. Tocarlo como él la tocaba.
Montarlo como él la montaba.
Notó que
crecía la presión, que aumentaba el placer... Vio la estrella pasar como un
rayo...
—¡Ahí viene! ¡Ya!
¡Cielo santo!
El apretó la
boca abierta en el hombro de ella, se sacudió con fuerza contra su cuerpo, y Lali
le devolvió la sacudida, presa del placer. Su último empujón fue violento y
profundo y, acto seguido, la presionó contra su cuerpo, jadeando en su oído, y
ella se preguntó cómo seguían aún de pie.
—He visto las
estrellas en el cielo y las he sentido en mi cuerpo —le susurró con la
respiración entrecortada. —Ese deseo tiene que cumplirse.
Peter soltó
una risita sofocada.
—Espero que
fuera uno bueno.
—Lo era —le
aseguró Lali, sin entender por qué hasta aquella noche jamás había visto una
estrella fugaz en aquella parte del mundo. ¿Qué otras cosas se había perdido?
<3 hermoso
ResponderEliminarMuy lindo el capitulo :)
Besitos
Marines