bueno chicas es todo por hoy... besos nos leemos mñn
Al despertar, Peter
la vio sentada en el suelo, delante de la chimenea, envuelta en una manta, su
ropa aún esparcida por el suelo junto a la de él. Pensó decirle que la amaba,
que siempre la había amado, pero le pareció cruel, tan cruel como habérsela
llevado a la cama cuando no tenía esperanza de conservarla.
Se levantó,
cogió sus pantalones, se los puso y se los abrochó. Si lo oyó, Lali no lo
demostró; permaneció inmóvil,' mirando fijamente el fuego que estaba a punto de
extinguirse por completo. Se preguntó si lamentaba lo ocurrido.
El no
cambiaría por nada los momentos que habían vivido, pero no estaba seguro de sí
ella pensaba lo mismo. Lali amaba Texas, y de eso, Peter sólo podía darle un
poco. Probablemente no lo suficiente para una mujer que incluso había buscado
trabajo en una tienda con tal de volver al lugar anhelado.
Se sentó a su
lado, con una pierna doblada y la muñeca apoyada en la rodilla, contemplándola,
porque no sabía cuánto tardaría en dejar de estar allí.
—¿En qué
piensas? —le preguntó.
—En lo curiosa
que es la vida. Crees que lo tienes todo previsto, que sabes lo que quieres y,
de pronto —chascó los dedos—, ya no lo sabes.
Le cogió unos
mechones de pelo suelto y los frotó entre sus dedos ásperos, memorizando su
textura para cuando ya no pudiera tocarlos.
—¿Qué es lo
que no sabes, querida?
Ella lo miró
entonces, con tanta tristeza en los ojos que él pensó que haría lo que fuera
para hacerla desaparecer.
—No sé lo que
voy a hacer, Peter. Si vuelvo a Texas, tú no estarás allí.
—Estaré,
algunas veces. Tengo negocios. No puedo abandonarlos.
Lali se pegó a
él, apoyó la cabeza en su hombro y le rodeó el estómago con un brazo. El la
abrazó.
—¿Vendrás a
verme cuando vayas a Texas?
Esas palabras
le encogieron el corazón; Texas significaba para ella más que él.
—Sí, lo haré.
—¿Por cuánto
tiempo?
—Para siempre.
—Ay, Peter, no
me prometas un futuro juntos, no prometas algo que no podrás cumplir. Te
casarás.
—Entonces te
prometo el presente. Y cumpliré otra promesa que te he hecho: será mejor la
segunda vez. Has tenido que esperar muchos años para cumplir la primera, y no
lo he hecho como acordamos. Creo que ésta la cumpliré un poco antes. Si no
tienes nada que objetar.
Ella ladeó la
cabeza, levantó la mirada y separó los labios; Peter no necesitó más. Se quitó
los pantalones que acababa de ponerse y la besó. Mientras la sujetaba con una
mano, que tenía enterrada en su abundante cabello, con la otra le retiró la
manta de los hombros y la dejó caer alrededor de su cuerpo. Después la tumbó,
intensificando el beso al mismo tiempo. Por una parte, quería conquistarla con
palabras que la hicieran quedarse. Palabras sinceras. Decirle que la amaba. Que
siempre lo había hecho.
Que amaba a la
muchacha que había criticado duramente su mal comportamiento.
A la dama
elegante que le reprochaba con acritud sus malos hábitos.
A la chiquilla
a la que inquietaban los buenos modales; a la mujer que se preocupaba por la
etiqueta.
A la muchacha
que se reunía con él en la penumbra de la noche; a la mujer que también lo
hacía,
A la niña cuya
sonrisa le había robado el alma; a la mujer cuya risa lo cautivaba.
A la muchacha
atrevida que le ofrecía su corpiño desabrochado.
A la mujer
seductora que cumplía su promesa.
A la muchacha
que lo había abandonado. A la mujer que lo acogía de nuevo en sus brazos.
Recorrió con
la mano todo aquel cuerpo magnífico y descendió por su cadera, por su muslo.
Suave como la seda. Como satén. Si su madre no se lo hubiera llevado de
Inglaterra, no tendría que acariciarla con unas manos tan ásperas; pero tampoco
serían tan fuertes. En Texas, esas manos podrían haberla protegido, habrían
trabajado mucho para ella, le habrían proporcionado una buena vida. En
Inglaterra, le resultaban casi inútiles.
Con un gemido
grave, profundizó el beso, decidido a perderse en él, a que ella se perdiera en
las sensaciones que podían despertar juntos. Formaban un buen equipo. Siempre
había sido así. Él la retaba a que fuera mala; ella lo retaba a que fuera
bueno.
Se
complementaban. No eran tanto polos opuestos como piezas de un mismo rompecabezas.
A él sólo le quedaba desear que siempre se fundieran con la misma facilidad.
Las manos de Lali
lo acariciaban y lo tentaban, lo apretaban y lo pellizcaban mientras le besaba
el cuello, el pecho, y su lengua, terciopelo caliente, iba dejando en él un rastro
de humedad.
Peter le
separó los muslos con la rodilla. Una manta extendida en el suelo no era lo
bastante blanda, pero estaba demasiado absorto en el frenesí creciente del
deseo como para llevarla a la cama.
Deslizó sus
brazos por debajo de su cuerpo, la estrechó contra el suyo y rodó sobre su
costado hasta quedar tumbado boca arriba, con el suelo duro bajo su espalda y
ella a horcajadas sobre él. Lali soltó un gritito de sorpresa, luego lo miró
desde arriba, con la piel sonrojada, la respiración acelerada y entrecortada,
los ojos teñidos de una extraordinaria y ardiente pasión.
Cielo santo,
debía encontrar el modo de no acabar allí mismo y en aquel mismo instante. ¿La
había visto alguna vez más desaliñada... más hermosa? ¿La había deseado alguna
vez tanto como en aquel instante?
Lali no lo
cuestionó cuando él la cogió por las caderas, la levantó y la deslizó hacia
abajo hasta enfundarse en su estrechez aterciopelada y cálida. Con un suspiro,
ella dejó caer la cabeza hacia atrás. Una mujer en la cúspide del éxtasis.
—Muévete tú,
querida —le pidió él con voz áspera mientras saboreaba el peso de sus pechos en
las manos. ¿Que no se había desarrollado mucho? Aquella mujer no sabía apreciar
lo que le estaba ofreciendo.
Despacio, al
principio algo vacilante, Lali empezó a mover las caderas, describiendo
círculos, elevándolas, dejándolas caer...
Peter apretó
la mandíbula, notó que el sudor se le acumulaba en la frente. Ella bajó la
cabeza, le dio un beso en mitad del pecho, se deslizó un poco hacia arriba,
juntó su boca con la de él y exploró con descaro todos sus rincones, mientras
él recorría con sus manos hasta el último centímetro de su piel, apretándola
contra sí, acompasando sus movimientos a los suyos...
—Cielo santo, Peter
—jadeó Lali, apartando su boca.
A continuación
gritó, se estremeció, arqueó la espalda, y el cuerpo de Peter sufrió un
estremecimiento siguiéndola a donde ella iba...
Lali se
derrumbó sobre él, desmadejada, relajada, y Peter la estrechó entre sus brazos,
mientras el corazón y la respiración de los dos volvían a la normalidad.
¿Cómo demonios
iba a encontrar el valor para renunciar a aquello, a ella?
Lali despertó
lánguidamente, acurrucada contra el costado de Peter, que le acariciaba el
brazo despacio. Ladeó un poco la cabeza y vio que la observaba.
—Voy a tener
que irme enseguida —dijo.
—Lo sé
—contestó él.
Ella estiró el
brazo y resiguió con el dedo la cicatriz que había besado antes. Había unas
cuantas más a la vista.
—¿Cuándo has
empezado a recordar? —le preguntó en voz baja.
Peter meneó la
cabeza y alzó la mirada al dosel de la cama. —Sólo recuerdo cosas sueltas.
—Pero tú eras
su heredero...
—Pero no era
perfecto. —La miró sosteniéndole la mirada. —Quiero salir de Londres. Ven
conmigo.
—¿Adónde?
—A la finca de
mi familia.
Tapándose bien
con la sábana, Lali se incorporó.
—La mía da un
baile la semana que viene, y quiero estar aquí para la ocasión. Aunque te
cueste creerlo, mi madre siempre se pone muy nerviosa cuando organiza algún
evento.
—¿Crees que me
invitará?
—Por supuesto.
—Entonces
tendré que disculparme con Whithaven. Pero vámonos mientras tanto.
—Necesitaré
carabina.
—Muy bien.
—Y un día
entero para prepararlo todo —añadió.
—Nos vamos
pasado mañana, entonces.
Se inclinó
sobre él y lo besó.
—Ahora debo
vestirme y marcharme.
—Te acompaño a
casa. —La rodeó con un brazo, la tumbó y se encaramó encima de ella. —En
seguida.
Lali le puso
una mano en la nuca y volvió a acercárselo hacia su cuerpo. En seguida. Y luego
disfrutaría de toda una semana con él.
¿La conduciría
al cielo o directo al infierno?
Divino...<3
ResponderEliminarwoww ellos dos solitos linduras....que lindo <3
Me encantaron los capitulos
Besitos
Marines